Escaleras al Cielo
Celebración del Día de Todos los Santos en Córdoba
Miles de cordobeses cumplen la tradición de acudir a los cementerios de la ciudad para rendir un homenaje a familiares, amigos y conocidos que ya no están
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos, derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos; y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos (Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre). El cementerio de San Rafael vuelve a ser, como cada 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, un río humano lleno de vida dispuesto a desembocar en un homenaje a ese mar de recuerdos dejados por aquellos familiares, amigos o conocidos que, aunque un día se fueron, sus memorias permanecen inmortales.
A sus puertas, una lotera intenta que quien llega al camposanto pruebe suerte con los boletos “que me quedan del euromillón; quiero haceros millonarios. Son 80 millones para hoy. Madre mía, qué pelotazo”, grita. “Deme un boleto del euromillón y otro de Lotería Nacional”, le pide a la lotera Antonio Carmona, quien antes ha pasado por el puesto de flores de Rafael Benito, al que le ha comprado “unos claveles rojos a tres euros” para colocarlos en el nicho de sus padres. Antonio y su mujer, Rocío Rodríguez, han viajado desde su residencia de Madrid expresamente para “homenajear con estas flores a mis padres, Francisco Carmona y Antonia Capilla”.
“Escalerita, pintura”, repite una y otra vez José Manuel Cruz en un rincón del cementerio. “Limpio lápidas y pinto sus letras, pongo flores...lo hago en estos días y también cuando se me llama para ello”, relata. José Manuel es uno de los muchos que aprovechan el día “para ayudar” en San Rafael a quien lo necesite “a la limpieza de última hora del nicho; trabajo por el que solo pedimos la voluntad”, le insiste a Antonio y a Rocío.
Ambos –ya sexagenarios– acceden a que sea José Manuel quien se suba a esa escalera que acerca a ese ser querido “que un día partió hacia el Cielo”, defiende Miguel Plantón, “evangelista y de etnia gitana y que nada tengo que ver con la familia Plantón Fernández, esa de ese precioso panteón que hay en el cementerio”. Miguel ha acudido al camposanto junto con su familia “a rendir homenaje con flores a mi padre, Rafael Plantón”.
“Mira, Rocío, como has podido ver en el cementerio con enterramientos de todo tipo y clase social, para la muerte somos todos iguales, los más ricos y los más pobres, los de derecha y los de izquierda, los más chicos y los más grandes”, la comenta Antonio a su mujer como si le estuviera explicando sin proponérselo lo que se esconde tras los versos de Jorge Manrique, después de que hayan hecho su particular ruta de turismo necrológico por el recinto.
En esa ruta han pasado por el panteón de Manuel Calero Cantero Calerito –quien fue forzado por Dios o el destino a decirle adiós a esta vida con tan sólo 33 años–, donde han visto depositar flores a miembros del club taurino que lleva el nombre del diestro nacido en Villaviciosa.
También por la sepultura de párvulos del Cuadro de San Antonio, compuesta por apenas unas decenas de tumbas; por la parcela de pequeñas cruces negras reservada al grupo militar logístico X y en la que “yacen heroicos soldados que murieron por la patria”, cuenta una inscripción; y por el Muro de la Memoria, levantado en el cementerio en 2011 en honor a las más de 2.000 personas asesinadas por el régimen franquista entre julio de 1936 y 1950 en San Rafael y La Salud.
Allí, la familia Agudo deposita flores en honor a Francisco Agudo Mesa y a Mariano Velázquez González. “Son mi abuelo y mi tío abuelo”, sentencia Eva Agudo. “Cada nombre de los que hay aquí grabados tiene una familia y una historia detrás que no olvidamos; todos ellos murieron para que tuviéramos un futuro mejor, dieron su vida para que nosotros viviéramos en libertad”, defiende.
El nicho de los padres del matrimonio llegado de Madrid es vecino del nicho del padre de Miguel Plantón, quien prefiere ser él quien se suba a una de las muchas escaleras que la empresa municipal de cementerios Cecosam tiene repartidas por San Rafael para limpiar la lápida del patriarca, porque, “de verdad, que te subes a estas escaleras y deseas que te acaben acercando a ese Cielo donde está tu ser querido para decirle lo mucho que seguimos recordándolo y queriéndolo. Aunque, como dice la Biblia: ¿por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”, sostiene.
“Escaleritas, pintura”, se sigue oyendo por los distintos rincones del cementerio, mientras en el punto de encuentro del camposanto hay un espacio para la música con un recital de la Orquesta de Córdoba organizado por Cecosam y dividido en tres pases. “Mira, Ángel, aquí en este programa de Cecosam cuentan que a la 11:00 se puede presenciar un trío de cañas, con Joaquín Haro (clarinete), Joaquín Calderón (clarinete) y Mariana Mosquera (fagot); a las 11:30, un dúo de flauta y oboe, con Laura Llorca (flauta) y Pau Rodríguez (oboe); y a las 12:00, un dúo de violín y arpa, con José Antonio Peñarroja (violín) y Maite García Donet (arpa)”, relata Laura Cañas a su novio, Ángel Pacheco.
Laura añade que en el de Nuestra Señora de la Salud se puede disfrutar de un dúo de piano y violonchelo, con pases a las 11:00, las 12:00 y las 13:00, “las mismas horas en las que se realizará el recital en el cementerio de la Fuensanta, aunque en este caso con un dúo de flauta y violín”.
Además, relata que en el programa también se cuenta que se desarrollan visitas guiadas teatralizadas en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud, “con las que el visitante conocerá aspectos biográficos relevantes de algunos de los personajes y familias que se encuentran enterradas en este cementerio: nobles, empresarios, personalidades de la cultura, del ejército o políticos, entre otros”, lee esta vez Ángel a Laura en el programa.
“Escaleritas, pintura”. José Manuel Cruz y mucho otros como él se pierden buscando clientes entre ese río humano que circula por los pasillos del camposanto. “No, gracias, no necesitamos escaleras”, le insiste a José Manuel una de las tres amigas que han ido a visitar la tumba de la suegra de una de ellas, la tumba de Mercedes Luque, en el Jardín de los Aromas, el lugar reservado para la inhumación de urnas con restos incinerados.
Allí, bajo el limonero que preside ese jardín, un hombre reza frente a la tumba de la última persona enterrada hasta el momento en esa reciente dependencia, Manuel Castro –quien recibió sepultura el pasado 13 de septiembre– , una sepultura con coronas de flores aún en el suelo. “Este lugar está muy bien, huele a romero y a lavanda; enterrar a un familiar en esta tumba vale poco más o menos que en un nicho”, insiste la nuera de Mercedes. “Además, me han dicho que ahora la gente prefiere incinerarse ¿no habéis visto esa parte nueva del cementerio en la que han construido esos pequeñitos nichos para las urnas?”, pregunta una de las amigas.
No muy lejos de allí, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, está oficiando la eucaristía por el día de Todos los Santos. En su homilía el prelado insiste en que “la fiesta de hoy nos habla del Cielo, el Cielo es Jesucristo, es estar con Dios, gozar de Él y de todas las personas que están con Él”. “La fiesta de Todos los Santos nos hace mirar al Cielo, levantarnos por encima de las preocupaciones y de los problemas que tenemos en la Tierra; mirando al Cielo tenemos fuerza para construir la Tierra y mirar al Cielo nos da esperanza y nos hace superar la muerte”. Muy cerca de allí, José Manuel Cruz sigue ofreciendo “escaleritas que acercan al Cielo”.
No hay comentarios