Tribuna de opinión

Darles la oportunidad de bautizarse

  • No es verdad que ser buenos, ser felices, preocuparnos por los demás, es una utopía

Un grupo de personas en una iglesia

Un grupo de personas en una iglesia

Hablaba una futura madre de bautizar a su hijo y el padre de la criatura argumentaba que era mejor esperar a que el niño lo decidiera de mayor. A ella se le ocurrió decir: entonces habrá que esperar a que cumpla los 18 para ver si quiere ir o no al colegio. El padre saltó con que eso era una barbaridad, que eran cosas totalmente distintas. Y, en verdad lo son. El problema es la falta de fe, el desconocimiento de lo que es el hombre, de su dimensión espiritual. De lo que supone ser bautizado.

Hoy leía en los medios la siguiente noticia: “En el 2021 han encontrado la muerte antes de nacer 42,6 millones de niños”. Esto es un auténtico genocidio, un holocausto. “Así, el aborto mató más personas que el cáncer, el SIDA, la malaria, los accidentes de tráfico, etc. Estas estadísticas están basadas en las cifras de la Organización Mundial de la Salud”. Junto a esto, esta semana en España, a las mascotas se las considera un miembro más de la familia.

Todos estos niños no nacidos nunca tendrán la oportunidad de decidir si se bautizan o si irán a la escuela. No se ha contado con ellos. No les hemos preguntado si deseaban vivir. A los que nacen les queremos dar lo mejor, y recibir al agua del bautismo es un gran bien.

Hoy leemos que “también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”. Con este sacramento nos incorporamos a la gran familia de Dios, nos hacemos cristianos: discípulos de Cristo. Es algo tan grande, tan maravilloso que nos diviniza, nos eleva, nos hace vivir la misma vida de Cristo, cura nuestros egoísmos y debilidades, nos capacita para amar, para vivir para los demás.

No es verdad que eso de ser buenos, de ser felices, de preocuparnos por los demás es una utopía. No es cierto que la raza humana está corrompida, que homo homini lupus: el hombre es el lobo del hombre. Lo que pasa es que nos hemos apartado de Dios, del que nos recuerda y capacita a ser lo que somos y, cuanto más lejos de Él estamos, más nos deshumanizamos.

Masha, un personaje de la obra de teatro Tres hermanas de Chéjov dice: “Para mí el hombre tiene que tener una fe. O buscársela. Si no, la vida está vacía… vivir y no saber por qué vuelan las grullas, por qué nacen los niños, por qué existen las estrellas… O se sabe por qué se vive, o la vida es una broma idiota”.

Llevar a los hijos a bautizar no es una mera costumbre, no es un formalismo. La Iglesia no se conforma con que los padres traigan a los hijos, quiere que les transmitan un nuevo modo de vivir. La fe tiene que ser vivida, y los progenitores deben alimentar esa nueva vida con el ejemplo, con la formación. Deben capacitarse para ir dando respuestas de fe a sus hijos. Formar en la vida cristiana es una oportunidad estupenda: les ayudará a recordar lo que aprendieron, les estimulará a dar buen ejemplo. Pueden plantearse vivir con la grandeza de los hijos de Dios.

 “El Señor, al querernos como hijos, ha hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia, que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y confianza con Él que nos hace pedir, como el niño pequeño, ¡la luna!” (Es Cristo que pasa, 64). Esta nueva filiación es la que recibimos en germen en el bautismo. Ahora, igual que pasa con la vida natural, no basta con engendrar, hay que cuidar, proteger, dar forma a esa nueva existencia.

No es infrecuente ver cómo padres jóvenes se replantean su cristianismo para educar bien a sus pequeños. Renacen con sus hijos y transmiten lo que ellos recibieron a su vez de sus mayores. No nos debe preocupar el posible abandono en el que hayamos vivido, siempre es tiempo de recomenzar y la venida de una nueva criatura es una espléndida ocasión.

Los padrinos también son responsables de la educación cristiana del bautizado, no ostentan un cargo honorífico, por esto deben ser elegidos aquellos que puedan ayudar a crecer en la fe a sus apadrinados. Como queremos lo mejor para los nuestros es indudable que una buena formación cristiana les hará mucho bien, incluso les ayudará a ser realmente libres, les hará mejores ciudadanos comprometidos con el bien y la verdad. La fe da sentido a la vida y la gracia del sacramento la alimenta, pero los mayores deben implicarse, ir por delante.

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