La Breña II: la nueva casa del lince
Hace sólo cuatro décadas que el 'tigre de Andalucía' dejó de campar a sus anchas por Sierra Morena · Las medidas compensatorias de la presa están ayudando a que vuelva
En un día cualquiera de primavera, en lo más alto del Cerro del Trigo reina una paz absoluta. Al Norte, el horizonte se pierde en la frondosidad de Sierra Morena. Al Este y al Oeste, un valle de olivos centenarios y encinas refresca el ambiente. Al Sur, con unos prismáticos se llega a vislumbrar la figura del castillo de Almodóvar a más de 20 kilómetros de distancia en línea recta.
A primera vista, llamar paraíso natural al Cerro del Trigo no es un tópico. Es un enclave alejado del mundanal ruido compuesto por una espesa vegetación. Aparentemente, por sus vaguadas deberían correr animales salvajes detrás de sus presas y el cielo debería estar poblado de aves rapaces, al acecho de alguna víctima. Pero no es así. Lo fue, hace sólo cuatro décadas, pero ya no es así.
En la década de los 60, el paisaje de la Sierra Morena cordobesa era ese: animales salvajes y rapaces. Además, tenía un inquilino privilegiado: manadas de linces ibéricos. 40 años después, el tigre de Andalucía se ha extinguido en estos parajes por lo mismo que le está sucediendo a sus compañeros de bosque: ya no tienen nada que echarse a la boca.
La mano del hombre ha sido fundamental en este progresivo e irreversible proceso de extinción. Su destrucción del hábitat fue importante, pero la clave estuvo en los conejos, el alimento exclusivo de los linces. Y el origen del problema en las antípodas de Sierra Morena: Australia. En este continente, la plaga de conejos había alcanzado una proporción bíblica, devoraba vastas extensiones de fértil terreno y estaba convirtiendo en desiertos extensiones similares a la Península Ibérica. Entonces, el médico francés Armand Delille -con toda la buena intención del mundo para erradicar esta plaga- introdujo de forma artificial el virus de la mixomatosis en un pequeño grupo de roedores. El virus se extendió de forma asombrosa y acabó matando al 90 por ciento de la población mundial de conejos. También a los de Sierra Morena. Los linces comenzaron a morir de hambre y con ellos un hábitat que había sobrevivido casi intacto a miles de años de evolución natural.
En el Cerro del Trigo ya no hay linces, pero sí una cosa muy importante que puede ayudar a que vuelvan: mucho dinero. Si en la paz del enclave se agudiza el oído, como en susurros se escucha el sonido mecánico de una gigantesca planta de hormigón que está construyendo la faraónica presa de La Breña II. Es una obra subvencionada por la Unión Europea y que tiene un coste astronómico, más de 292 millones de euros. El proyecto, vital para garantizar agua para los regantes y para más de 2,2 millones de personas, tiene un coste ambiental alto, ya que inunda un uno por ciento de la superficie del parque natural de la Sierra de Hornachuelos, protegido por la Unesco. Por eso, la Unión Europea estableció una serie de condicionantes para poder ejecutar el proyecto, un paquete de medidas compensatorias valorado en más de 30 millones de euros.
Entre este paquete de medidas hay una que destaca sobre las demás: un área de compensación ecológica de 2.179 hectáreas de superficie definido en 15 parcelas diferentes que se extienden alrededor de La Breña II. En este espacio, Acuavir -una empresa pública dependiente del Ministerio de Medio Ambiente- se está gastando cerca de seis millones de euros en redecorar la casa del lince.
En el Cerro del Trigo -una de las 15 parcelas elegidas para la recuperación de la fauna perdida- se oye de lejos a las máquinas que trabajan en la presa, pero muy de cerca se escucha el martilleo sobre madera de un pequeño grupo de obreros encargado de ejecutar una parte de estas medidas compensatorias. Estos trabajadores están dando el primer paso para preparar el regreso del lince. Construyen amplios majanos, madrigueras artificiales para acoger a los conejos que se capturan en la Campiña Sur, donde han vuelto a convertirse en una plaga, a causa esta vez de la falta de predadores que se los coman y que controlen su población.
En el Cerro del Trigo, sin conejos, no hay linces. Por eso, los majanos de Sierra Morena son tan importantes. Acuavir ha firmado acuerdos con los propietarios de estas inmensas 14 parcelas para poder instalar estos cercados, donde poder criar los conejos de forma permanente.
La infraestructura de estos majanos es compleja y sencilla a la vez. Se cercan unos 80 metros cuadrados de superficie, donde previamente se ha construido una montaña artificial con madera y restos de bosque. Cuando se completa la obra, se sueltan los conejos. En unos días, los roedores habrán construido las cuevas y galerías de su madriguera, y poco tiempo después la identificarán como su casa. Una vez que han sido vacunados y se ha comprobado que gozan de buena salud se elimina la cerca, y los roedores disfrutan de la libertad de su nuevo hogar.
Sin embargo, estos conejos también tienen que tener algo que echarse a la boca. Desde su extinción, hace 40 años el alimento herbáceo de los roedores no es que abunde. Más bien al contrario. Por eso, entre las medidas compensatorias también se ha previsto la creación de praderías para garantizar la hierba en épocas de sequía -como la que se está viviendo en los últimos cuatro años-, se están sembrando trigo y avena y se están cercando estos cultivos para que los animales herbívoros mayores que un conejo no puedan acceder y comérselo todo. Además de comer, los conejos tienen que poder beber. En este complicado proceso de restauración ambiental se están creando pequeños bebederos de boya (aparte, también se están instalando otros mayores para las aves y pequeños comederos de grano para pequeños mamíferos).
Estudios científicos posteriores determinarán si la población de conejos se ha recuperado y, sobre todo, si ya es posible dar el segundo paso: soltar los linces criados previamente en cautividad. Para entonces, es más que probable que las obras de La Breña II se hayan acabado, pero no así el dinero necesario para ejecutar las medidas compensatorias. En principio, Acuavir seguirá trabajando en la zona al menos durante los próximos 20 años. Mientras tanto, sus trabajadores tendrán también que construir refugios para que el tigre de Andalucía pueda tener sus camadas y deberán cerrar los caminos para que el entorno natural sea alterado lo menos posible por la mano del hombre.
Sin embargo, para que el lince vuelva a esta zona de la Sierra de Hornachuelos hacen falta muchos permisos. Actualmente, la población de este felino apenas alcanza los 400 ejemplares. De éstos, sólo un puñado goza de libertad en la Sierra de Cardeña y Andújar y en el parque nacional de Doñana. El resto sobrevive gracias a un programa de cría en cautividad subvencionado por el programa Life, que está costeado por la Unión Europea. Por esto, la Junta de Andalucía tiene que pedir permiso al Gobierno central para reintroducir el lince en La Breña II. A su vez, el Ejecutivo tiene que ponerse en contacto con Bruselas, que es quien tiene la última palabra. La vuelta del lince dependerá de si los conejos de La Breña II gozan de buena salud, sus vaguadas se vuelven a poblar de animales salvajes y en el cielo las aves rapaces dibujan círculos en busca de una presa.
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