Bar Santos, las tortillas que se convirtieron en un emblema de Córdoba

Gastronomía

Francisco Santos y Carmen Serrano abrieron el establecimiento hace más de medio siglo y un juez ha reconocido que en la capital sólo hay hueco para ellos

Francisco Santos, creador del negocio, junto a las famosas tortillas.
Francisco Santos, creador del negocio, junto a las famosas tortillas. / Juan Ayala
Antonio Rodríguez

09 de febrero 2020 - 06:01

La Mezquita-Catedral es el enclave turístico por excelencia de Córdoba y recibe cada año a miles de turistas. Y a escasos metros, en concreto, en uno de sus laterales, el que se corresponde con la calle Magistral González Francés, se encuentra otro lugar histórico de la capital, que también agolpa a sus puertas a un gran número de personas, locales y forasteros, que acuden a probar esas tortillas de un palmo de grosor que maravillan a quienes las prueban.

Se trata del Bar Santos, único e inimitable, que nació hace más de 50 años cuando Francisco Santos alquiló el lugar por primera vez para abrir su propio negocio. Santos celebra estos días la sentencia que ha dictado a su favor el Juzgado de lo Mercantil de Córdoba, después de que presentara una demanda contra la taberna Bar Santos, situada en la calle Corregidor Luis de La Cerda. Tal y como ya avanzó el Día y recoge el fallo, el Bar Santos es “una marca renombrada, más que conocida, que ha creado marca y, como tal atrae clientes” y, por tanto, en Córdoba solo puede existir uno

Francisco, junto a toda su familia, está satisfecho por el fallo y recuerda que antes de abrir el bar “trabajaba en la Cepansa de capataz, pero cerraron y nos vimos en el paro”, así que se decidió a venir desde Santa Cruz con su mujer, Carmen Serrano, y con sus dos hijas, Isi y Laura Santos, y “quise poner un negocio con bocadillos y meriendas”. El primer alquiler del Bar Santos fue de 4.000 pesetas “y en año y medio pagué la casa trabajando día y noche con mi mujer”.

Francisco posa junto a sus hijas Isi (izquierda) y Laura (derecha).
Francisco posa junto a sus hijas Isi (izquierda) y Laura (derecha). / Juan Ayala

Tras la apertura del bar, la llegada de las tortillas de enormes dimensiones hechas por Carmen fue solo una cuestión de tiempo. Francisco cuenta que “un día pusimos unas cuñas de tortilla y se las comieron muy rápido, le pedí más, y cada vez las hacía más gruesas, pero sobre todo las hacía con buen arte”. Tras las tortillas –el elemento distintivo aún hoy– vino “el chorizo y los boquerones en vinagre, los mejores que se han hecho”, y Carmen llegó a ser distinguida como Señora de las Tabernas en 2005.

Además del “lote de trabajar” que ambos se han dado durante todos estos años para sacar el bar adelante se ha visto siempre recompensado por “una clientela buenísima, la mejor”. Francisco asegura que esa es la mejor bandera que tiene el Bar Santos, que “siempre me he portado con la gente muy bien, he hecho amigos y he aprendido idiomas”. Al bar siempre ha ido “gente de todos los sitios”, tanto extranjeros como vecinos de Córdoba, ya sean “estudiantes, médicos, artistas”y una gran variedad de personalidades.

Tanto es así que por Santos han pasado “más de veinte presidentes de otros países”, como Tony Blair, y otras personas conocidas como “muchos toreros, Paco Rabal, Sancho Gracia y Carlos Cano”. Dan fe de ello los recuerdos enmarcados que copan las paredes del establecimiento, que recogen las entrevistas que le han hecho a Francisco y recuerdos de quienes han pasado por el bar.

Entrada del Bar Santos.
Entrada del Bar Santos. / Lolo Agredano

Por desgracia, el tiempo pasa para todos, y Francisco tuvo que dar el relevo del bar. “Me jubilé con 80 y tantos años, pero yo no quería, yo me lo pasaba muy bien”. Para él, “esto es lo más grande que he tenido después de casarme y tener a mis dos hijas, que las quiero muchísimo”. Además, mantiene que también “he puesto mi granito para que se conozca Córdoba, hay gente que la conoce por mí y me gustaría que me recordaran por haber hecho algo bueno”.

En este aspecto, se puede decir que el deseo de Francisco se ha cumplido, porque allá donde va es reconocido por las tortillas que ha servido durante décadas tras pasarlas por los fogones de su mujer. “He ido a Madrid, a Melilla, a Asturias e incluso a Canarias y en todos lados la gente me conoce. “¡Qué buena tortilla tienes!”, me dicen”.

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