Aprender a convivir

Tribuna

La pandemia nos enfrenta a grandes retos que solo seremos capaces de vencer unidos

Santa Sofía, en Estambul.
Santa Sofía, en Estambul. / Efe
Juan Luis Selma

19 de julio 2020 - 03:00

Algunos achacan a la religión la falta de convivencia entre los hombres. Es verdad que no han faltado guerras por este motivo, pero estas se han justificado casi siempre por razones no tan religiosas: motivos políticos, económicos, celo mal entendido y falta de formación, desconocimiento del otro, prejuicios, odios nacionales o de raza…

Pero si acudimos a las enseñanzas del Evangelio no encontraremos más que motivos de buena convivencia, de comprensión y de colaboración. Hoy mismo lo hace en la parábola que se proclama en la misa. Cuando los obreros descubren que el enemigo ha sembrado cizaña en el buen campo, quieren arrancarla antes de crezca, pero escuchan estas palabras del Maestro: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Es verdad que en la siega la cizaña será apartada y quemada mientras que el trigo almacenado, no todo es igual, ni tiene el mismo valor, pero podemos convivir y respetar.

El relativismo tiene miedo de la verdad, piensa que nadie la puede poseer y considera a quién tiene convicciones como un potencial enemigo de la sociedad, un perturbador del orden público. Los buenos cristianos nunca han sido así: “Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo” leemos en la epístola a los Efesios; pero distinguimos entre lo bueno y lo malo, entre lo verdadero y lo falso. La convicción de estar llamados por Él que es la Verdad nos ayuda a comprender y a convivir.

La buena convivencia es muy necesaria en estos momentos tan críticos de la humanidad. La pandemia nos enfrenta a grandes retos que solo seremos capaces de vencer unidos, aportando cada uno su “granito de arena”, sumando, aceptando las buenas sugerencias, aunque vengan de la oposición o del gobierno. Valorando a los que no piensan igual que nosotros, sin considerarnos dueños absolutos de la verdad.

Un poco de sano realismo nos enseña que nos equivocamos con frecuencia. Esto nos obliga a ser humildes, a contar con los demás, a seguir al refranero: “Más ven cuatro ojos que dos”. Sería casi un sueño que los políticos aprendieran a sumar, a unir esfuerzos para servir al bien común, que supieran ver lo bueno de las propuestas de los otros y que escucharan las sanas enmiendas que les puedan hacer para que sean más eficaces sus proyectos.

Pero, como siempre, el mejor campo para vivir esta saludable convivencia es la familia. Enseñaba san Josemaría: “La convivencia es posible cuando todos tratan de corregir las propias deficiencias y procuran pasar por encima de las faltas de los demás: es decir, cuando hay amor, que anula y supera todo lo que falsamente podría ser motivo de separación o de divergencia. En cambio, si se dramatizan los pequeños contrastes y mutuamente comienzan a echarse en cara los defectos y las equivocaciones, entonces se acaba la paz y se corre el riesgo de matar el cariño”.

En ocasiones hay que renunciar a tener razón, aunque se tenga, porque entendemos que el otro se puede equivocar, que le falte información o que esté un poco ofuscado. La verdad no necesita mucha defensa, acaba reluciendo. Lo que prima es la paz, el cariño, el amor. Podemos pensar que antes que salirme con la mía me interesa el otro.

Intentar corregirnos nosotros es lo primero, además esto nos enseña a comprender los defectos de lo otros viendo lo que cuesta mejorar. Ante una situación de conflicto, ver lo que uno mismo puede hacer, no lo que no deben hacer los demás. Escuché de un sacerdote santo que decía: “la culpa la tengo yo”, así se abre camino, se allanan los obstáculos, se avanza. No dramatizar, contar con la imperfección, que es connatural a nuestro estado. Lo todo “guay” solo se da en las series. No existe el marido o la mujer perfecta, también los hijos cuando crecen tienen sus cosas, y los amigos igual. La publicidad engañosa lo único que quiere es vender, crear necesidades, llevarnos a un mundo de fantasía, irreal y así al crear frustración, nos consolamos consumiendo más.

También sería muy conveniente buscar el entendimiento y respeto entre las grandes religiones. El suceso del templo de Santa Sofía es una muestra más de por dónde no deben ir los tiros. Había un status quo que no hace falta remover, pues crea tensión, enfrentamiento. Los Papas están constantemente tendiendo puentes entre las religiones, esto no va en detrimento de la fe, es una consecuencia de las enseñanzas de Jesucristo. La paz mundial depende mucho del mutuo respeto y colaboración entre el cristianismo y el islam, entre todos los hombres de buena voluntad.

La verdad, la razón no son armas arrojadizas para machacar al contrario, son estupendas cualidades para facilitar el diálogo, el entendimiento, para crear espacios de libertad. Además, llevan a conocerse mejor y así a quererse mejor. El tiempo suele poner las cosas en su sitio, con un poco de paciencia se acaba distinguiendo el trigo bueno de la cizaña.

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