Dance First | Crítica

Escenas de la vida de Beckett

Gabriel Byrne y Sandrine Bonnaire en una imagen del biopic de Samuel Beckett.

Gabriel Byrne y Sandrine Bonnaire en una imagen del biopic de Samuel Beckett.

El dramaturgo y novelista irlandés Samuel Beckett (1906-1989) recibía el Premio Nobel de Literatura en 1969. Se dice que el escritor lo consideró “una catástrofe” y que después de aquella ceremonia se retiró aún más de la vida pública. Es justo en ese preciso momento donde arranca este biopic sobre el autor de Esperando a Godot, Molloy y Malone muere, un filme de formas mucho más académicas que cualquiera de sus celebradas obras de posguerra con las que se ganó su lugar en el panteón de las letras contemporáneas.

Con todo, el guionista Neil Forsyth y James Marsh, director del biopic sobre Stephen Hawking La teoría del todo, juegan al gesto meta desdoblando al propio Beckett en su edad madura en un espacio abstracto a la Godot, un lugar desde el que enunciar, en explícitos episodios, los momentos clave de una vida: la difícil relación con la madre en el Dublín natal, el periplo parisino para forjarse una carrera literaria, el encuentro con Joyce y la relación con su hija, el apuñalamiento en 1938, el paso por la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, el periodo de austeridad y aislamiento junto a Suzanne Dechevaux (Sandrine Bonnaire), que sería su pareja y esposa hasta el final de sus días, y la relación adúltera que mantuvo en paralelo con la traductora y editora Barbara Bray.

Entre los aciertos del filme cabe citar su huida prostética de los parecidos razonables: si Fionn O’Shea lo encarna en la juventud, el también irlandés Gabriel Byrne aparece tal cual en un ejercicio de mímesis que tiene más que ver con cierta esencia del personaje que con su aspecto tan singular, curtido y magro en sus días de vejez. También un tono distanciado que no carga de demasiada gravedad una vida en fuga. En el debe, empero, todo se resiente de una cierta superficialidad anecdótica que pasa por esos momentos escogidos incidiendo en demasiadas obviedades sobre el traspaso autobiográfico a su obra aunque sin ahondar nunca en el posible correlato fílmico con ese lenguaje depurado y esencial, ese estilo sin estilo, que lo caracterizó como escritor renovador y experimental.

A la postre, en su blanco y negro suavizado, Dance First da siempre la sensación de querer hacer mucho más digerible, comprensible y amable a un personaje que sin duda debió tener muchas más aristas, contradicciones y complejidades de las que se deducen de un mero diálogo existencial con su fantasma.