Juicio militar

El forense pone en apuros al sargento acusado de matar a un legionario: Alejandro cayó sin revisar su arma

El juicio se celebra en el Tribunal Militar Territorial 2º, en la Delegación de Defensa en Sevilla.

El juicio se celebra en el Tribunal Militar Territorial 2º, en la Delegación de Defensa en Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

El juicio a ocho militares por la muerte de su compañero legionario Alejandro Jiménez durante un ejercicio de tiro con fuego real en Agost (Alicante), que se celebra en Sevilla porque el pelotón pertenecía al acuartelamiento de Viator (Almería), cedió el protagonismo en su cuarta sesión al forense que realizó la autopsia. Además de confirmar que la causa del óbito fue un shock hipovolémico, es decir, la “pérdida masiva de sangre”, el especialista ratificó que el herido tardó entre medio minuto y minuto y medio en perder la consciencia después de recibir el impacto. En otras palabras, y al contrario de lo que defiende el sargento acusado de disparar, “no tuvo capacidad para revisar su arma”. El principal investigado y algunos de sus compañeros de pelotón aseguran que oyeron a la víctima gritar “¡me han dado!” después de que el primero diese el alto el fuego y de que todo el grupo, incluido Alejandro, pasara revista.

El Tribunal Militar Territorial 2º, con sede en Sevilla, oyó ayer la declaración de Salvador Giner, jefe de Patología del Instituto de Medicina Legal y Forense de Alicante. Fue él quien efectuó la autopsia el 26 de marzo de 2019, un día después del fatal suceso. El doctor extrajo tres fragmentos del proyectil que entró por el hemitórax izquierdo del soldado y que perforó tanto el corazón como los dos pulmones. En una segunda prueba, ya en Almería, se hallaron otras dos porciones de la bala. Según los investigadores, procedía del fusil del sargento Saúl Antonio G.P.

Preguntado por la posibilidad de que el disparo hubiese sido directo, frente a la tesis de los acusados de que fue un rebote procedente de otro pelotón que estaba realizando la misma práctica unos metros más a la derecha, el perito no fue concluyente. “No era un orificio al uso, era de 4x2 centímetros y la entrada era irregular. ¿Directo? No lo podría decir con claridad”, respondió. ¿Y si el proyectil hubiese rozado justo antes el culatín del arma del legionario, como aseguran las acusaciones? “El proyectil se puede deformar y al ir penetrando en el cuerpo va despidiendo varios fragmentos. Esa trayectoria es factible”, reconoció.

En todo caso, el forense explicó que la capacidad de reacción de la víctima tras recibir el impacto debió de ser “mínima”. “Medio minuto, un minuto, minuto y medio como mucho”, calculó. Por tanto, “es imposible” que le diese tiempo de revisar el arma y contar novedades sin darse cuenta de la herida, ya que a los pocos segundos “entró en estado de shock”. “Lo normal es notar primero que algo entra en el cuerpo, una quemazón como cuando tocas una cerilla, y después vas perdiendo toda la energía”, añadió.

Como la defensa del sargento le insistió en la posibilidad de que sí hubiese pasado revista a su arma, el médico se reiteró en su opinión pero con otras palabras: “No hay sangre porque el corazón está perforado. No es factible que realizase alguna actividad más de uno o dos minutos. No creo que estuviese muy activo una vez que recibió el disparo”.

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