El Gran Capitán, entre el hombre y el mito

Del hombre al mito, la exposición Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán recorre en el Oratorio de San Felipe Neri la vida y la proyección en la Historia de una figura clave de la España de finales del siglo XV y principios del XVI. Procedente del Museo del Ejército de Toledo y visitable gratuitamente hasta el 24 de abril, la muestra (que "está a la altura de la categoría del personaje", según el general comandante militar de Córdoba y Jaén, Antonio Ruiz Olmos, que la inauguró ayer junto al general Juan Valentín-Gamazo de Cárdenas, director de la citada institución), propone un enfoque didáctico a partir del uso de diversos recursos para sumergir al visitante en la época.

Cuadros y esculturas, grabados, armas y armaduras, documentos históricos de diferente naturaleza, libros y mapas integran una exposición que tiene un "doble significado", según su comisario, José Carlos de la Fuente Chacón, director del Instituto de Historia y Cultura Militar y general de división: dar a conocer a la sociedad los logros de Fernández de Córdoba en el quinto centenario de su muerte y "rendirle un merecido homenaje". Más de 118.000 personas la visitaron en Toledo, donde permaneció entre septiembre de 2015 y el pasado enero.

La muestra se divide en cinco partes, la primera de las cuales atiende al origen, la procedencia y la formación del personaje. De ahí se pasa a la Guerra de Granada, que le ocupó diez años en los que consolida "su formación militar y humana" y en la que ya se pone de manifiesto su "habilidad negociadora", según el comisario. Posteriormente la exposición conduce al visitante a las dos campañas de Italia, donde aplica las experiencias obtenidas en Granada. Después de los primeros contactos con las tropas francesas y como consecuencia de la batalla de Fornovo, el montillano se dedicó a reorganizar sus fuerzas para presentar batalla a la caballería pesada enemiga con opciones de victoria. El infante tenía que defenderse de la caballería adversaria al mismo tiempo que combatía con la infantería. Dotó a ésta de las picas donde se ensartaban los caballos y los jinetes y, por otro lado, de la espada corta y la rodela, que les permitía infiltrarse entre los cuadros suizos y con efectos devastadores entre sus filas. El efecto del arcabuz en sustitución de la ballesta se impondría progresivamente. Organizó estas unidades en compañías al mando de un capitán, que se agruparían, a su vez, en columnas al mando de un coronel. Esta orgánica permitía el despliegue en dos o más escalones, facilitaba la maniobra y permitía la aplicación del esfuerzo en el lugar y el momento más convenientes. Todo este sistema se tenía que apoyar en una jerarquía clara y una férrea disciplina que llevarían a la profesionalización del infante y a convertir a la infantería en la reina de la batalla.

En la segunda campaña sus tropas vuelven a enfrentarse a un ejército francés mucho más numeroso. La batalla de Ceriñola, que supuso una derrota tremenda para las fuerzas de Luis XII al mando del Duque de Nemours, la posterior de Garellano y el asedio/toma de Gaeta acabaron con las pretensiones de Francia sobre el Reino de Nápoles. La victoria fue completa. El éxito de la campaña, absoluto. Unos años después, Fernando el Católico visitaría Nápoles (1507) y se llevaría consigo al Gran Capitán hacia la Corte. El nombre del Gran Capitán era conocido en toda Europa.

El último apartado subraya su condición legendaria. "La elaboración del mito de Gonzalo Fernández de Córdoba comenzó con Giovanni Battista Cantalicio", indicó el comisario, que subrayó el gran número de escritores e historiadores que se han acercado a su figura.

Algunas de las piezas expuestas son reproducciones de los originales, que no se han podido exhibir por motivos técnicos o de conservación.