UNA VIDA DEfÚtbol

Francisco Merino / Córdoba

02 de enero 2010 - 05:02

Marcó su primer gol con la camiseta del Córdoba alevín, cuando era uno más de los cientos de chavales que reclutaba, con un envidiable ojo clínico, el añorado cazatalentos blanquiverde Abelardo Sánchez. El último lo firmó hace pocos días con el equipo de Futvecor, también con el escudo del Córdoba en el lado del corazón. A sus 37 años, Alfonso Espejo Navajas ha puesto fin a casi dos décadas como profesional del gol. Porque de eso, de los goles, ha vivido hasta ahora. Es lo que sabe hacer. Y ha sabido hacerlo bien. Más de 500 veces, según las cuentas, en todas las categorías nacionales excepto la Primera División. No le obsesiona no haber entrado en la élite. Como Neruda, confiesa que ha vivido. "He tenido experiencias de todo tipo: disfruté y también me ocurrieron cosas que muchos no aguantarían", admite uno de los futbolistas cordobeses con mayor carisma de los últimos tiempos. Le han aclamado en El Arcángel, ha salido como líder del Vicente Calderón y se ha ganado el jornal en el San Pablo de Écija o el San Miguel de Villanueva. Sin ser un exquisito del fútbol, siempre encontró un destino donde faenar. No hay un equipo en el mundo que no tenga claro que todo comienza con dos puestos: el portero y el delantero centro. Y Espejo, como nueve clásico, rematador de los de toda la vida, siempre resultó de los más competentes. Fiable y sin alardes. Cumplió con fidelidad un guión clásico para los futbolistas locales en su relación con el Córdoba: a los niños prodigio no se les enseña la puerta principal al principio, sino que se les somete a un laberinto de cesiones en el que la mayoría acaban perdidos o sucumben a la tentación de abandonarlo todo. Espejo entró y salió siendo un crío; regresó y se fue ya como un hombre. Puede que su destino sea volver al Córdoba, ya sin botas de tacos, para marcar goles desde cualquier otro lugar. Quién sabe. Mientras tanto, quedan los recuerdos.

LA CANTERA

"Mi padre, que siempre ha estado a mi lado desde que empecé hasta hoy, me llevó un día al antiguo estadio de El Arcángel. Tendría yo ocho o nueve añillos. Allí estaban Abelardo, Paco Morales… En aquellos tiempos el Córdoba buscaba a los mejores de cada equipo y había ilusión en los chavales por ir al equipo de la ciudad. A mí me duró poco la experiencia, porque de infantil me fui al Don Bosco, donde me hice como jugador. Tengo extraordinarios recuerdos, sobre todo del ascenso a Liga Nacional con Antonio Romero de entrenador. Nunca habíamos estado en esa categoría. Había un grupo fenomenal, un equipazo. Prácticamente el 99 por ciento no llegó a ganarse la vida con el fútbol. Yo fui el que tuvo un poquito más de suerte, porque hice casi 50 goles en el último año de juvenil y me firmó el Córdoba".

LAS CESIONES

"Llegué al Córdoba con 19 años. Tuve una opción de ir a probar al Betis, pero no me daban garantías. Era un mes allí a ver lo que salía… No sé. Siempre te quedas con la pregunta de qué hubiera pasado, pero yo tenía mucha ilusión por jugar en el Córdoba. Decidí firmar y me cedieron al Montilla. Pasé un año de amateur allí, rodeado de veteranos, y jugué poco. Cuando tuve que hacer el servicio militar me mandaron al Lucena, con Gonzalo Uceda de entrenador, y fue un año complicado, también rodeado de gente mayor. El Córdoba tenía pensado dejarme marchar, porque mi contrato terminaba, pero el año siguiente me quedé máximo goleador del grupo X de Tercera con el Lucena y el Córdoba me volvió a fichar, pero para cederme de nuevo. Me mandaron esta vez al Estepona. Lo de triunfar en el Córdoba siendo de la cantera era difícil. Estaba Rafael Gómez de presidente, había mucho dinero y se hacían fichajes cada año. Yo hacía la pretemporada pero luego no contaban conmigo. Estaban Cuxart, Loreto, Valentín, Nandi… Yo era el sexto delantero y había una competencia bestial. Yo quería jugar y sabía que iban a apostar poco por mí. La última cesión fue al Ecija, de Segunda B, y allí conseguimos ascender a Segunda con un equipo humilde, con cuatro cordobeses como Copado, López Murga, Falín y yo. Nadie daba un duro por nosotros y realizamos una campaña histórica. Yo marqué seis goles aquel año, pero acabé contrato y el Córdoba no se interesó por mí. Empecé entonces a buscarme la vida".

LA EMIGRACIÓN

"Me costó mucho trabajo encontrar un equipo. Tuve que esperar hasta diciembre para fichar por el Vélez Málaga, de Segunda B. Marqué 14 goles de diciembre a mayo, pero no pudieron renovarme porque había problemas económicos en el club. Después, otra vez en diciembre, me volvieron a llamar y yo volví a meter otros 14. Me había hecho ya un nombre en Segunda B y entonces llegó mi primera gran oportunidad. Me llamó el Recreativo de Huelva. Pasé de un equipo humilde, de un pueblo pequeño, al Decano del fútbol español. Por entonces tenían un presupuesto muy cortito, pero había ilusión y ese estilo que tienen los clubes históricos. Aunque era Segunda B, allí se vivía un ambiente de fútbol importante. Me encontré con Joaquín Caparrós, que para mí ha sido uno de los mejores entrenadores que he tenido en toda mi carrera, porque me supo entender y sacar rendimiento. Se nos dio un año fenomenal y el Recre subió a Segunda. Fue buenísimo para el club y la ciudad, pero muchos jugadores, entre ellos yo, salimos de la plantilla porque se hizo un gran reestructuración tras el ascenso de categoría. Yo había ascendido ya con el Écija y con el Recre. Entonces recibí una llamada: era el Córdoba otra vez".

EL REGRESO

"El Córdoba estaba pasando momentos muy delicados. Perico Campos me hizo una oferta bajita, pero yo tenía muchas ganas de demostrar cosas en el Córdoba. También vino Rafa Navarro, que estuvo conmigo en Huelva, con la misma idea de hacer algo grande. Fiché una temporada con cláusulas por objetivos. Todo salió fenomenal porque, aunque lo pasamos mal por el tema económico, la temporada acabó con el ascenso a Segunda. La ciudad se volvió loca, porque eran más de quince años años fuera de esta categoría. Recuerdo la fiesta en Las Tendillas. Aún hoy todavía me saluda mucha gente por la calle y me recuerdan aquellos días. Es lo mejor que he vivido como futbolista. Nos sentíamos los reyes de mundo. Lo tengo marcado".

LAS LESIONES

"En el Córdoba estuve tres campañas y hubo de todo. Después de subir, afronté la pretemporada con mucha ilusión porque había ascendido tres veces a Segunda, pero nunca había jugado. Pero en pleno verano me rompí la rodilla y lo pagué caro, porque me tiré siete meses parado. La temporada la tenía prácticamente perdida, pero pude ponerme a punto para volver al campo. Y ahí llegó un momento de verdadera mala suerte, que me dejó ya por los suelos: era un partido televisado por Canal Sur, contra el Logroñés, en El Arcángel. Por fin pude debutar en Segunda y recuerdo la ovación de todo el estadio cuando me vio, porque sabían lo que había pasado para estar allí. Y en el minuto 15 caigo de mala manera y me rompo el brazo. Dos meses de baja. Hubo momentos en los que anímicamente me hundí, lo reconozco. El año de mi debut en Segunda lo tenía perdido. Al final pude salir en unos pocos partidos, pero quedé marcado para el año siguiente porque prácticamente había pasado una temporada inactivo. Al año siguiente permanecí en la plantilla y Escalante seguía confiando en mí, pero lo echaron con el equipo en los puestos de arriba y para los de la cantera se terminó la historia. Ya había vuelto Rafael Gómez y empezó a fichar con mucho dinero a gente que no dio resultado. Luego empezaron a cambiar de entrenador y aquello fue una locura. Yo pasé de tener apalabrada una renovación a verme en la calle".

LA PEREGRINACIÓN

"Fiché por el Cádiz, a donde se fue Escalante, y la experiencia fue muy mala, malísima. De lo peor de mi carrera deportiva. A Escalante lo echaron a los dos meses y todo el mundo lo pagaba conmigo. Yo era uno de los fichajes estrella y las pasé canutas. Tuve que salir tres o cuatro veces escoltado por la policía. Me pitaban siempre y me esperaban en la puerta. Fue horroroso para mí y para mi familia. A partir de ahí empecé a pasar por clubes como el Orihuela, donde me entrenó el ex barcelonista Asensi, o el Villanueva, pero las lesiones me golpearon. Fue una época rara, porque pasé de estar en Segunda B a no tener equipo. Entonces Sánchez Amezcua me fichó para el Carolinense, donde estaban Copado y Pineda, y me volví a subir al carro".

EL FINAL

"En el Écija, en Segunda B, tuve dos buenos años, en los que hice goles y aporté. Después de eso, me ha tocado sufrir. Fiché por el Lucena, pero Jon Ander nos despidió a mí, a Pineda y a Rafa Navarro, además de al entrenador, Berges, cuando íbamos líderes. Acabamos en los juzgados. Igual que en el Iliturgi, con el que ascendimos pero no cobramos. Tras pasar por el Arahal y el Montilla, donde me reencontré con Romero, decidí que ya era hora de poner el punto y final. Ya está bien. Ahora soy un ciudadano más en busca de trabajo, como tantos en España. Echo de menos el fútbol, pero ahora empiezo otra vida".

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