Turismo

Las 12 (+1) maravillas de Córdoba que tienes que ver al menos una vez en tu vida

  • Una completa ruta por la ciudad califal para viajeros que quieren exprimir el tiempo al máximo 

El Palacio de Viana alberga un total de 13 patios

El Palacio de Viana alberga un total de 13 patios / El Día

Conocer de cerca todo el patrimonio material e inmaterial que atesora Córdoba es imposible es imposible a menos que empleemos varios días. Aún así, la edición digital de Viajes National Geographic ha elaborado un acertado y comprimido completo recorrido: Qué ver en Córdoba: la Joya del Guadalquivir con cuatro Patrimonios de la Humanidad.

En primer lugar, pone el ojo y el pie en el Puente Romano de Córdoba, donde "se obtiene una visión única de la ciudad, un collage visual que concentra varios siglos de historia, desde los tiempos del emperador Augusto hasta el Renacimiento". 

Otro clásico de los tour operadores es La Mezquita-Catedral de Córdoba, un monumento que siempre tiene la capacidad de dejar sin aliento a quien lo contempla aunque no sea la primera vez: "El conjunto de columnas y elegantes arcos de herradura encabalgados y bicolores son una aproximación al infinito que supera la rigidez clásica de monumentos griegos y romanos.". Y marca un punto de inflexión en su apariencia que cambió para siempre la apariencia de este coloso: "Finalmente, cuando el rey Fernando III tomó Córdoba en 1236, la mezquita se consagró como iglesia, aunque el añadido más rupturista llegó a mediados del siglo XVI, transformando la silueta del edificio en el horizonte para siempre". 

Nadie puede escapar al embrujo de La Judería, uno de cuyos edificio estrella es el Palacio de Congresos, su espectacular portada y sus patios. "Uno de ellos lo ocupa el Horno de Mel, una propuesta del chef Julio Pérez y la repostera Melbises Ceballos que le da un toque creativo a la tradición gastronómica local", subraya el portal especializado en viajes, que continúa diciendo: "Más adelante del recorrido, aparece el entramado de la antigua judería con calles tan típicas y buscadas por los viajeros como La Calleja de las Flores".

Aunque si hay una joya única en la ciudad, esa es La Sinagoga: "Los diferentes sustratos arquitectónicos que se le fueron añadiendo la ocultaron a la vista de todos hasta el siglo XVIII, cuando el retiro de unos retablos alumbraron sus yesos".

Y en pleno mes de mayo hay unos protagonistas incuestionables: los patios cordobeses, que "hacen gala de un barroquismo floral fascinante". 

Un entorno natural es también el Parque de Miraflores, que "alberga el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, más conocido como C3A, epicentro de la modernidad y también la más invisible de todas las ciudades que es Córdoba".

Mucha literatura hay en torno a la Plaza de la Corredera y a la Plaza del Potro "con su fuente rematada por un potro rampante que data del reinado de Felipe II". Definitivamente es una plaza muy ligada a la biografía de Miguel de Cervantes y cuya blancura "la rompe el antiguo Hospital de la Caridad, hoy sede del Museo de Bellas Artes y del Museo Julio Romero de Torres".

Un escenario igualmente impresionante es el Templo Romano: "Hoy hay turistas que lo encuentran casi por casualidad, pero en su época era lo primero que veían de la ciudad los que llegaban por la Vía Augusta. Es uno de los rastros desvaídos de aquella colonia patricia que fundó Claudio Marcelo en el siglo II a. de C. Una colonia que llegó a tener el teatro más grande de toda la Hispania".

Aunque Córdoba también puede presumir de otro enclave de ensueño, Medina Azahara, que "quedó borrada del mapa en el siglo XI y no fue hasta el siglo XVI cuando el historiador Ambrosio de Morales documentó los restos".

Mucho más reciente es el laberinto vegetal en torno al cual se levanta el Palacio de Viana y donde "cada patio tiene su propia ficha temporal en la que aparecen indicados los momentos de floración".

Las últimas dos paradas de cualquier viajero pro son la Plaza de Capuchinos, que el poeta Ricardo Molina describió como "un rectángulo empedrado de cal y cielo" y las Caballerizas Reales, bautizadas como la Catedral del Caballo por el inmortal Federico García Lorca. 

Caballerizas Reales 

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