Cultura

Las claves ocultas en el cuadro de 'La Chiquita Piconera'

Cuadro de 'La Chiquita Piconera'

Cuadro de 'La Chiquita Piconera' / El Día

El cuadro más icónico de Julio Romero de Torres alberga, como muchas de las obras del genial pintor, mensajes cifrados y pequeños guiños a la ciudad de sus amores. 

La escena de La chiquita piconera, que está ubicada en la sala 8 del Museo Julio Romero de Torres, se desarrolla interior de una humilde habitación. Aparece una joven sentada en una silla de anea, que se adelanta sobre un brasero de cobre, mientras sostiene en sus manos una badila de metal.

El espectador visualiza al fondo una puerta abierta, pero también se distingue el Paseo de la Ribera, el Río Guadalquivir, el Puente Romano y la Calahorra, todo bajo un cielo de anochecer.

Además, en el ambiente oscuro y denso que envuelve el cuadro hay quienes han interpretado cierta metáfora del oscuro anochecer, como una metáfora que preconiza la próxima muerte del pintor.  

La Chiquita Piconera es un retrato de la modelo María Teresa López. Desde el propio Museo aseguran que  "es el auténtico testamento pictórico de Julio Romero de Torres. En este cuadro sintetiza toda su concepción de la pintura y del arte". Es una obra "resumen y compendio" de toda su trayectoria vital y artística. En este cuadro, hay algo de “mensaje” de lo que Romero de Torres entendía que era la pintura y de lo que quería expresar con ella. 

De factura clásica e impecable, a diferencia de lienzos de su misma época, la modelo no mira al infinito, sino de forma directa no sólo al pintor sino también al espectador. Pero, ante todo, es un microcosmos donde confluyen todos los elementos fundamentales que definen la pintura del cordobés: las brumas que envuelven Córdoba, "siempre distante y próxima; la belleza como ideal, reflejada en la mujer; la mezcla de ardor y frialdad; de dulzura y desencanto, de arcaísmo y modernidad; de nostalgia y presencia". 

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