Lunes santo

El sol que todo lo inunda

  • El buen tiempo permite que la Merced, la Estrella, la Vera-Cruz, la Sentencia, Ánimas y el Vía Crucis recorran las calles llenas de miles de cordobeses cofrades

Salida de la hermandad de la Merced en el Lunes Santo de la Semana Santa 2018 en Córdoba / N. S. G.

Pleno. Salió el sol por el Zumbacón y se puso por la Trinidad ya entrada la madrugada. Todas las cofradías del Lunes Santo derrocharon devoción en las calles de una ciudad repleta de cofrades expectantes por ver caminar a seis hermandades muy diferentes entre sí pero unidas por un cielo libre de cualquier peligro. Hubo puntos en los que fue difícil caminar, dejando bien claro la ciudad que la Semana Santa se vive, y mucho. Miles de personas abarrotaron las calles en un Lunes Santo al completo y de contrastes, donde lucieron las cofradías de los barrios alejados y sobrecogieron las más cercanas a la carrera oficial, las de negro y silencio. Así se vivió la intensa jornada.

Merced

Temprano, muy temprano, se preparaba la gente del Zumbacón para que la Señora de la Merced y el Señor de la Coronación tiñeran de blanco el Lunes Santo. Mucha gente, muchísima, se agolpaba frente a San Antonio de Padua para ver la revirá que tienen que hacer los pasos nada más salir del cocherón situado justo al lado del templo. Como cada año, un mar de nazarenos blancos precedió a ambos titulares que con ricos estrenos arrancó los olé de su barrio, pero también los de San Lorenzo, los de Lucano, los de San Pablo. La temprana cofradía, que caminó largo tiempo hacia la carrera oficial -casi cuatro horas-, marchó bajo los sones de su propia banda, en el caso del paso de Misterio, y la Virgen de la Merced, mecida al son de Tubamirium, recibió en su blanco e inmaculado blanco todos los rayos de sol posibles hasta que cayó la noche. Hasta bien pasadas las 00:00 no regresó la Merced a su barrio, tras discurrir de vuelta por San Fernando, San Pablo, Santa Isabel y el Colodro. La entrada de esta cofradía es una de las que más gente congrega de toda la Semana Santa debido a la entrega de los saeteros y, por su puesto, al buen hacer de sus hermanos costaleros.

Estrella

Otra hermandad de barrio lejano. Desde la Huerta Reina procesionó esta cofradía que siempre se llamó Estrella mientras esperaba tener lista a su titular mariana y a quien le abre el paso cada año, cómo no, su Hijo, Nuestro Padre Jesús de la Redención. Es una estampa distinta la que regala la parroquia de San Fernando, un barrio obrero de ropa tendida y devoción eterna a una Virgen cuyo manto azul es digno de ver por los Jardines de Colón. Pero eso fue de vuelta. Los titulares de la cofradía marcharon con sus dos bandas, Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Redención, en el Misterio, y la Banda de Música Nuestra Señora de la Estrella, en el palio.

La de la Estrella es de las pocas cofradías que discurre por lugares tan poco relacionados con la Semana Santa como Ronda de los Tejares. El gran Misterio y el imponente palio, ya de vuelta, inundaron Colón de fervor de barrio, el mismo que acompaña cada año a sus titulares, ya sea de nazareno, de costalero, de músico o penitente; ya sea llevándole las chuches a la esclavina, el bocadillo al cirial o el agua a la mantilla. Con los de siempre caminó la Estrella, arropada por quienes van a verla cada día, sea Lunes Santo o no, pero también se dejó querer por el resto de la ciudad, que además llenó la Huerta de la Reina para otra de las recogidas épicas.

Sentencia

En el Centro quedaron claras las ganas de Semana Santa que tiene Córdoba. Los alrededores de la plaza de San Felipe, hasta la misma esquina con la Trinidad, estaban impracticables. Esta hermandad parece tirarle mucho a los jóvenes cofrades, que agolpados en los arriates de los árboles intentaban cruzar al otro lado para comprar pipas. Lugar de quedada oficial, por lo que se podía escuchar, es la iglesia de San Nicolás para iniciar el peregrinaje de los Lunes Santo. La imagen que ofrecía este espacio estuvo a la altura de la cofradía que volvió a ofrecer a la ciudad a su titular, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, con su imponente Túnica de los Dragones, bordada en oro y de color granate como base, el mismo de los nazarenos, siempre bien ordenados, en su caminar hacia la Catedral. Le siguió María Santísima de Gracia y Amparo en este soleado camino donde les acompañó, en primer término, la banda de cornetas y tambores Cristo de la Victoria, de León, que tienen en la Sentencia una de sus cofradías de cabecera. También de fuera, en este caso de Alcalá de Guadaira (Sevilla) vino la música de la Dolorosa. Especial fue para esta hermandad el paso por la estrecha calle Deanes, por donde volvieron a su templo tras hacer estación de penitencia en la Mezquita-Catedral.

Vera-Cruz

Hace un año ya que la carrera oficial es vecina del Campo de la Verdad. Al sur de la ciudad el sentimiento cofrade se vive en El Cerro y en las escaleras de la parroquia de San José y Espíritu de Santo, donde el Lunes y el Viernes Santo la gente abandona por un rato sus casas encaladas para rendir honores a sus imágenes religiosas. El Nazareno del Campo de la Verdad, Nuestro Señor de los Reyes, saluda cada Lunes Santo al Santísimo Cristo del Descendimiento, que abre sus puertas ya sobre su paso para saludar a su Hermano de parroquia a la espera de recorrer Él también el característico empedrado de la carrera oficial. Pero ayer el turno fue de la Vera-Cruz, donde el Señor de los Reyes y María Santísima del Dulce Nombre bajan la cuesta que les lleva directos al Puente Romano, una imagen que solo consiguen las hermandades sureñas, esa en la que los pasos se toman la mano con una Mezquita-Catedral que luce de fondo. Hubo un pequeño incidente justo a la entrada de carrera oficial con el Nazareno que no tardó mucho en solucionarse, pero que sí retrasó algo los horarios. Caído y Fuensanta y la Esperanza fueron las bandas que guían los pasos de los costaleros de la Vera-Cruz que en su corto trayecto recorren parte de la Axerquía para que Córdoba disfrute más de las imágenes. San Fernando, Lucano y la Ribera son los lugares de paso antes de que la cofradía desemboque de nuevo en su casa, donde vuelven a esperarla esos vecinos, los mismos de antes, los que estuvieron en la salida, estuvieron en la llegada, y volverán el Viernes Santo a demostrar la pasión cofrade que se vive al otro lado del río.

Ánimas

Más solemne que nunca. Así procesionó Ánimas en el año en que se marchó uno de sus figures ilustres, Pablo García Baena, quien en 1987, cuando se conmemoró el 450 aniversario de la fundación de la hermandad, realizó una Exaltación que aún se recuerda. El recogimiento de la segunda de San Lorenzo -después de que la Entrada Triunfal no pudiera procesionar el Domingo de Ramos- es algo inherente a la cofradía, pero también a la Semana Santa, cuyo patrimonio cofrade crece de sobremanera cuando las ruedas de estos pasos tan distintos cruzan el dintel de la iglesia fernandina. El miserere entonado por los hermanos junto al Crucificado y el stabat mater de las hermanas en la Dolorosa bajo baldaquino fueron lo único que se escuchaba al paso de esta hermandad de capirotes negros y largos y sobrecogimiento en su constante rezo del rosario. Fue, como cada año, junto al Vía Crucis, la agrupación que puso el silencio en la calle, precedida como está de esas cofradías de grandes marchas y bailes bajo las trabajaderas que contrastan tanto con las dos últimas del Lunes Santo. Y esta es la mezcla que caracteriza a una Semana Santa única, como único es el paso rodado de Ánimas que rezó por García Baena y por todos los hermanos de esta agrupación, que no son pocos. San Pedro fue uno de los puntos donde más recogimiento se vivió al paso del Crucificado de San Lorenzo que en su discurrir hacia la casi nueva carrera oficial ha tenido que abandonar otros espacios ilustres. Nuestra Señora Madre de Dios en sus Tristezas prosiguió el caminar de su Hijo hacia la Catedral donde el silencio se apoderó hasta que se cerró esta majestuosa jornada.

Vía Crucis

De la Trinidad salió la última del día, también símbolo del silencio. El espeso humo que desprende el incienso de esta cofradía inundó la plaza de la Trinidad donde la característica cruz de guía tomó la calle para que se hiciera el silencio. El Cristo de la Salud, cargado a hombros por los hermanos nazarenos -única cofradía en la que sus titulares no van sobre algún paso-, accedió a la Judería por Barroso y Manríquez dejando un halo a incienso y el sonido ronco de sus tambores tan característicos. La imagen imponente de este Cristo es digna de ver en el Patio de los Naranjos, pero más aún, y aunque no se pueda, en el interior de la Mezquita-Catedral, donde los arcos lo cobijan a la espera de que vuelva a salir y a su paso el silencio se haga protagonista.

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