Tarde de gentío en San Andrés

El Buen Suceso

La bulla se adueña del barrio para ver el desfile procesionaldel Buen Suceso

Multitud congregada ante la puerta de San Andrés para la salida del Buen Suceso.
Multitud congregada ante la puerta de San Andrés para la salida del Buen Suceso.

Bajar la calle San Pablo cuando el Buen Suceso se pone en la calle es encontrarse a la Córdoba llana que forma cualquier bulla. Las pipas no faltan y sólo hay que seguir el reguero que deja la gente para llegar hasta San Andrés. Por haber, hay hasta sillas plegables, sobre las que se sientan los más cansados de la jornada o los que quieren hacer más relajada la espera. La esquina entre el Realejo y la calle Hermanos López Diéguez está atascada, no hay quien pase. El resto de la bulla, en frente. Y como en la tarde del Domingo de Ramos, las gafas de sol de marca y las adquiridas en el puerto del mercadillo reinan en San Andrés. Pero en una tarde sin sol. Todo sea lucirlas en el barrio y seguir con los estilismos de otro Martes Santo.

La agrupación musical Santísimo Cristo de Gracia se intenta hacer hueco entre el gentío a escasos diez minutos de la estación de penitencia en San Andrés. Es tal la expectación por ver el Buen Suceso que da igual el lugar que se ocupa. Sobre los contenedores de Sadeco o de puntillas sobre una papelera. Da igual el lugar.

El silencio tarda en llegar, tarda de verdad, en una tarde plomiza en la que el cielo está repleto de nubes, y las conversaciones de los adolescentes, entre pipa y pipa, giran en torno a qué hermandad saca sus pasos a rueda o cuál es la siguiente cofradía que hay que ver para completar la tarde.

Ni la cruz de guía en la calle consigue hacer callar a una bulla popular como la que ayer se dio cita en San Andrés. Eso sí, todo cambia cuando el paso que muestra el encuentro de Jesús con su Madre en la calle de la Amargura corona la puerta del templo fernandino y se posa en la calle. Por fin llega el silencio que se pretende en cualquier estación de penitencia. Un descanso para los oídos y para el penitente que va debajo de la túnica de cola roja y en su mano lleva un cirio amarillo tiniebla. Silencio para contemplar el paso. Silencio para entender a San Andrés. Silencio que se agota en segundos y se ahoga entre aplausos, tras la inmensa Marcha Real que interpreta la agrupación del Cristo de Gracia. Los costaleros intentan ahora enderezar el paso y poner rumbo hacia San Pablo acompañados por la marcha La Saeta. Los costaleros mecen, bailan el paso, a su ritmo. Un lujo. Equilibrio audaz entre fuerza y música. Y a su término y como respuesta, un aplauso sonoro, al compás. San Andrés acompaña ya a su nazareno. La bulla cambia de dirección su mirada. Las caras giran ahora hacia el frente. San Andrés mira a San Pablo, persigue a su Señor.

Las conversaciones entre adolescentes vestidas de viernes noche regresan a su tono anterior y comienzan, de nuevo, con su programa cofrade del Martes Santo a la espera de María Santísima de la Caridad. En este punto de cualquier procesión es importante no moverse del sitio. Da igual el tiempo de espera. Lo importante es mantenerse de pie. El palio por fin asoma. Por fin la gente pide silencio. Por fin la calma regresa a San Andrés. La primera saeta de la tarde suena ya mientras los costaleros alzan a su Señora. El silencio que antes era el gran ausente se extiende, logra enmudecer de nuevo, hasta que la saeta concluye y empiezan los piropos hacia la imagen de la Virgen de San Andrés, que inicia su camino, que la llevará hasta la Catedral, tras la lluvia de miles de pétalos.

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