Entrevista al pregonero del costalero Ciudad de Córdoba

Rafael Ramírez Galvín: "El mundo del costal ha cambiado una barbaridad"

Rafael Ramírez Galvín posa para 'el Día' ante la Virgen de la Esperanza.

Rafael Ramírez Galvín posa para 'el Día' ante la Virgen de la Esperanza. / Juan Ayala

Capataz de la Virgen de la Esperanza, del misterio del Señor de la Sangre y del Cristo de la Buena Muerte, Rafael Ramírez Galvín, cofrade "de cuna" por su padre y por su madre, realizará este sábado en la parroquia de la Trinidad el pregón del costalero Ciudad de Córdoba (20:30). Como ha indicado a el Día, será "un honor y una responsabilidad a partes iguales" poder disertar sobre un mundo del costal que ha cambiado "una barbaridad".

-Es capataz de la Virgen de la Esperanza, del Señor de la Sangre y del Cristo de la Buena Muerte. ¿Es complicado dirigir tres pasos tan diferentes?

-Son cofradías diametralmente opuestas, no tienen nada que se parezca. En la Esperanza, que es mi cofradía de cuna, eso lo llevamos nosotros en el ADN, no tiene nadie que decir nada. Y el Martes Santo, con el misterio del Señor de la Sangre, tiene un estilo clásico, muy elegante y a la antigua. Mis maestros fueron antiguos y por eso le tengo el pulso cogido. Buena muerte es una cofradía de silencio. Yo he salido de costalero en la hermandad del Silencio de Sevilla ocho, nueve o diez años y sé perfectamente también el estilo que me piden. Esa es la dificultad más grande que tengo en el trabajo del martillo.

-¿Qué supone para usted la realización de este pregón del costalero?

-Honor y responsabilidad a partes iguales. Es una cosa que no me esperaba nunca que me ofrecieran porque no soy hombre de letras. Lo recibí con cierta sorpresa; más que sorpresa un poco de miedo a ponerme delante del toro, pero luego, con la responsabilidad que eso tiene, poquito a poco han ido saliendo cositas en el pregón que han salido de dentro. Y cuando vas con el corazón, pues debe de salir bien. La otra cosa es a ver cómo me encuentro yo ese día.

-¿Qué va a contener su pregón?

-Obviamente va todo dirigido al mundo del costal. No hay nada que tenga que ver con más nada de las cofradías. Lo tengo más o menos planteado, con un pequeño resumen histórico, comparando desde que empezaron las cuadrillas de hermanos costaleros hasta hoy; comparando las diferencias que había unas de otras, de esa época a la actual, y luego agradeciendo siempre a los maestros que han ido pasando por mí y que han ido enseñándome. Tengo también un pedacito ahí dedicado a mi padre, que falleció hace ya unos años y siempre lo echamos de menos en Cuaresma y en Semana Santa sobre todo, y a mi madre. Y a mis tres cuadrillas les tengo hecho unos versos, unas letritas y poco más.

-¿Ha cambiado mucho el mundo del costal?

-Ha cambiado una barbaridad. Si alguno de los antiguos levantara la cabeza, dirían esto qué es. No lo conocerían. Antes no importaba ni siquiera cómo mandaban los pasos. Antes era, bueno, a ver si somos capaces de volver. Y ahora, no. Ahora, además de llevarlos y volver, pues es que vaya como la cofradía te exige. Ha cambiado muchísimo, muchísimo, muchísimo; no tiene nada que ver. Antes, los antiguos lo hacían aprendiendo a la vez, sin haberlo aprendido. Y ahora, gracias a Dios, con la experiencia sumada de todos los anteriores, pues vamos solventando cada situación.

-¿Qué valores son necesarios para estar debajo de un paso y a la vez llevarlo?

-Para estar debajo lo que tiene que ser uno es costalero. Ser obediente, ser humilde, saber estar... No hay pócima mágica que te den y ya seas costalero. Es algo que se va aprendiendo con el paso de los años. Dicen que los costaleros nacen; yo creo que no, que no nace nadie aprendido. Es todo poco a poco y aprendiendo el oficio. Tener mucho sacrificio a la hora de hacer las cosas y saber que no hay recompensa a tu esfuerzo. Eso es lo fundamental para ser costalero. Y para ser capataz tienes que tener un poquito de don de gente, conocer bien el oficio y el trabajo del costalero. Al final no dejas de ser un representante de la cofradía, vayas por donde vayas, y entonces hay que saber ser y saber estar.

Rafael Ramírez Galvín, en la iglesia de San Andrés. Rafael Ramírez Galvín, en la iglesia de San Andrés.

Rafael Ramírez Galvín, en la iglesia de San Andrés. / Juan Ayala

-¿Quiénes fueron sus maestros en el mundo del martillo?

-Realmente yo he bebido de muchas fuentes. Mi maestro maestro, el primero que me sacó de debajo y me puso de contraguía, fue don Rafael del Olmo. Sería a mediados o finales de los 80. Él era capataz de Nuestro Padre Jesús del Penas, del Cristo de la Caridad, y creo que un par de años sacó también a la Virgen de la Soledad. Venía yo del inicio de las cuadrillas de costaleros y no tengo manos para contar los pasos que he sacado. De todos vas bebiendo un poquito y fijándome mucho en Fernando Fernández Goncel, de Sevilla, que es un capataz de los tapaíllos, que no es de relumbrón, pero hacía un trabajo magnífico. Tenía unos pasos muy duros, muy complicados y solventaba las papeletas como el que más nombre tiene de allí.

-¿Cómo empezó su relación con las cofradías?

-Es algo que viene de cuna. Mi padre era hermano de la hermandad del Caído y mi madre de la Esperanza. Nosotros somos del barrio de Santa Marina y realmente eran las dos cofradías que había ahí. Yo empiezo a salir de nazareno desde que soy un niño, tanto en la Esperanza como en Jesús Caído. En el momento que ya dejo la túnica y la cambio por el costal, ahí me defino más por la hermandad de la Esperanza, que es donde mi costalería se ha desarrollado.

-Hablando del presente y del futuro y ya que se estrena como capataz en la Madrugada este año, ¿cree que es posible que haya más cofradías en la Madrugada?

-Sinceramente no lo veo. Creo que ya tuvieron dos cofradías una malísima experiencia, y eso es muy arriesgado. El patrimonio humano de una cofradía lo veo más importante incluso que el material. Las cofradías están llenas de niños, llenas de padres que van con sus hijos... Creo que una Madrugada así, donde no hay costumbre, no sería buena. Un Sábado Santo sí lo veo. Coger alguna cofradía y pasarla al sábado y las nuevas prohermandades, quizás, encajarlas en ese día y hacer un día más. Lo veo incluso algo más factible que la Madrugá.

Sinceramente no veo una Madrugada en Córdoba. Creo que una Madrugada así, donde no hay costumbre, no sería buena. Un Sábado Santo sí lo veo

-¿Qué destacaría de la Semana Santa de Córdoba?

-Indudablemente su evolución. Creo que ha evolucionado muchísimo en muy poco tiempo. Venía de los años 70 de ser una Semana Santa que casi nadie conocía. Y de los años 70 aquí, que realmente no es mucho tiempo para una hermandad, se conoce fuera de Andalucía. Incluso yo tengo costaleros que vienen de Madrid, de León, de Segovia y vienen aquí cada semana a ensayar. Eso es señal de que la Semana Santa está proyectada hacia el exterior.

-Por último, ¿está nervioso de cara al pregón?

-Uy, eso va a ser complejo, porque no estoy acostumbrado para nada. Me encomendaré al Señor y a su madre, en su mano me pondré y así saldrá.

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