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Con ganas de vivir un día grande. Tal y como fue, a pesar de una oscura nube que amenazó con amargar el Miércoles Santo. Cuatro gotas y nada más. Menos mal. Tras la tempestad, llegó la calma. Y fue la hora de disfrutar por las calles de Córdoba de las hermandades del Perdón, del Calvario, de la Paz, de la Misericordia, de Pasión y de la Piedad. El contraste de la devoción de un barrio, como el de Las Palmeras o San Basilio, con la fe al Señor del Calvario, al Cristo de la Misericordia o a la Virgen de la Paz y Esperanza.
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En una tarde al final soleada –a pesar del sobresalto–, el Cristo de la Piedad recibió el calor de sus fieles de camino a la Santa Iglesia Catedral. Desde el corazón de la Judería, el Señor del Perdón y la Virgen del Rocío y Lágrimas se reencontraron con sus fieles. Capuchinos fue un hervidero para presenciar la salida del Señor de la Humildad y Paciencia y la Virgen de la Paz. San Lorenzo y San Pedro abrieron sus puertas a los titulares del Calvario y de la Misericordia. El broche final llegó en San Basilio con la hermandad de Pasión. Volvió la bulla, la fe y la esperanza. Volvieron las imágenes para el recuerdo en un gran Miércoles Santo.
En un enclave muy especial, como es la calle Buen Pastor, la hermandad del Perdón inició su estación de penitencia con el cariño y los rezos de los usuarios de la residencia San Juan de la Cruz, paralela a la iglesia de San Roque. Paso a paso, bajo el mando de Luis Miguel Carrión, Curro, el Señor del Perdón avanzó por las singulares calles de Leopoldo de Austria, Valladares y Barroso para adentrarse en las estrecheces de Conde y Luque, Deanes o Manríquez, con los sones de la Banda de la Coronación de Espinas de Córdoba. Unos metros más atrás, la Virgen del Rocío y Lágrimas, que estrenaba el nuevo respiradero frontal del paso de palio, diseñado por Álvaro Abril y ejecutado por Jesús Iglesias, lo hizo con los sones musicales de la banda Tubamirum.
Otro vez abrió su puerta la iglesia de San Lorenzo. Tras las hermandades de la Entrada Triunfal y la del Remedio de Ánimas, le tocó el turno a la cofradía del Calvario, que vive un año muy especial, su 300 aniversario. A pesar de una cierta intranquilidad por una nube que oscureció el cielo azul de la ciudad, la imagen de Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario, obra de Fray Juan de la Concepción (1723), se reencontró con sus devotos. La Virgen del Mayor Dolor sorteó con una laboriosa maniobra su salida de su sede canónica. Acompañada musicalmente por la banda Amueci, la Dolorosa, ante la mirada de los devotos, avanzó tras su hijo para reencontrarse de nuevo en su templo.
La plaza de Capuchinos era un hervidero para acompañar al Señor de la Humildad y Paciencia y a la Virgen de la Paz y Esperanza, que vive un año muy especial porque será coronada el próximo mes de octubre. Con los sones de la banda de la Salud, el majestuoso paso de misterio, cuya imagen principal es obra de Juan Martínez Cerrillo, se hizo camino entre la bulla que le acompaña hasta los Jardines de la Merced, donde la cofradía emprende sus últimos metros. La Paloma de Capuchinos, con su espléndido palio, brilló como nunca, con el deseo de reencontrarse con sus fieles en tan solo unos meses para su coronación pontificia. La Dolorosa tallada por Martínez Cerrillo estrenaba también el arreglo y plateado de los respiraderos de un paso de palio que avanzó con los sones de la banda municipal de El Arahal de Sevilla.
San Pedro estaba lleno para presenciar la salida de la hermandad de la Misericordia. El Crucificado, una obra anónima del siglo XVI que fue restaurada por Rafael Díaz Peno en 1939, lució imponente en su paso. Con los sones de la banda Caído y Fuensanta de Córdoba, el titular cristífero se reencontró con el cariño de sus devotos. Hubo saetas para el Cristo de la Misericordia. Rezos y oraciones. La Virgen de las Lágrimas en su Desamparo lució su manto procesional restaurado, una pieza mejorada por los talleres de Juan Rosen. La plaza de la Corredera o el regreso a San Pedro por Lucano y Lineros fueron momentos de gran recogimiento, donde los costaleros siguieron las indicaciones del capataz Enrique Garrido. También hubo saetas para la Reina de San Pedro durante su recorrido.
Fue la última en salir de su templo y la penúltima en pasar por la Santa Iglesia Catedral, pero los titulares de la hermandad de Pasión se reencontraron con San Basilio. Centenares de fieles se agolparon en la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz para arropar al Señor de los Hortelanos, que lució el Túnica de la Corona, una pieza diseñada por Julio Ferreiro Gaspe y bordada por el taller de Jesús Rosado y que desarrolla una temática floral en un claro homenaje al patrimonio inmaterial que son los patios del Alcázar Viejo. No faltó a esta cita la Virgen del Amor, con su nueva saya. Aplausos para unos titulares que recorrieron su barrio antes de partir por el arco de Caballerizas Reales hacia la Santa Iglesia Catedral. Nadie se quiso perder el regreso a su templo. Hubo saetas para un Señor de la Pasión que fue arropado por sus fieles y devotos. Amor de un barrio.
Las Palmeras vive su reencuentro con el Cristo de la Piedad. Expectación, aplausos y lágrimas ante la salida de su Crucificado de la parroquia de San Antonio María Claret. Toda una devoción latente año tras año. Con los sones de la Agrupación Musical Santísimo Cristo de la Bondad de Alcalá de Guadaíra, esta corporación realizó su estación de penitencia hasta la Santa Iglesia Catedral. Horas de rezos ante un Cristo de la Piedad que avanza al son de sus costaleros y costaleras en un Miércoles Santo para el recuerdo, en el que deja estampas a su paso por Miralbaida o Ciudad Jardín antes de llegar al primer templo de la diócesis. La humildad de un paso que ha sido restaurado por José Carlos Rubio y de una cofradía que sueña con tener pronto la nueva imagen de su Crucificado.
Fotogalería: La procesión de la hermandad de la Piedad, en imágenes
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