Doble pena de muerte, coronación y pasos sobre ruedas

1900. El Miércoles Santo se publicaban las normas de conducta en los actos religiosos que iban a tener lugar en aquella Semana Santa de 1900 y el simbolismo de cada uno. La visita al Monumento encerraba dos mensajes: la prisión donde se aisló al Señor, y el Sepulcro del que resucitó. Advertían que a los Sagrarios no se debía ir a modo de paseo, por la curiosidad de ver el arreglo o la ornamentación, posiblemente por la costumbre de los cordobeses de echarse a la calle hasta altas horas de la madrugada. La ceremonia del Lavapiés o el Mandato debía tomarse como un ejemplo extremo de humildad. Incidían las reglas de El Defensor de Córdoba en el dolor y recogimiento que exigía la "noche, después del canto de las tinieblas", y en el sello triste que debía marcar en general la celebración del Jueves Santo. Coincidiendo con la muerte de Jesús, ocupaba la portada la ley aprobada por las Cortes, que en su artículo 102 rezaba: "La pena de muerte se ejecutará en garrote, de día, en sitio adecuado de la prisión en que se hallare el reo, y a las diez y ocho horas de notificar la señalada para la ejecución, que no se verificará en días de fiesta religiosa o nacional".

1925. En vísperas de la fiesta religiosa tuvo lugar, el domingo 22 de marzo de 1925, la Coronación de Nuestra Señora de las Angustias en su convento de San Agustín, en un acto revestido de solemnidad, presidido por la camarera honoraria Ángela Carbonell de Fresneda, y por el provisor y vicario de la Diócesis cordobesa, Rafael García Gómez, que compartía el honor con la junta directiva de la Hermandad. La magnífica corona había sido costeada con los fondos obtenidos de la rifa de un fonógrafo que había donado Manuel Revuelto Nieto. El templo aparecía adornado para tan especial ocasión y repleto de público. Casi simultánea a la noticia de la coronación de la venerada imagen, la portada del diario La Voz mostraba el cartel ganador del concurso de feria, y anunciaba en su interior el servicio extraordinario de viajeros establecido por la Compañía de Ferrocarriles Andaluces entre Córdoba y Málaga, para asistir a las procesiones de la ciudad costera. Eran viajes de ida y vuelta en trenes ordinarios, exceptuando los expresos, por un importe de 27,35 pesetas en segunda clase y 16,50 en tercera.

1978. Nuestro Padre Jesús del Buen Suceso en su encuentro con su Santísima Madre en la calle de la Amargura, abrió las procesiones del Martes Santo de 1978. De la parroquia de San Andrés salió tras el paso María Santísima de la Caridad, la Dolorosa. La Cofradía había aumentado ese año en 30 hermanos, y estrenaba sus bordados en las bambalinas delanteras, debutando asimismo con ellos la banda de trompetas y tambores de la parroquia de Santa Victoria. Siguiendo la tradición, la Policía Municipal a caballo escoltaba al primer desfile procesional del día, y rompiendo la costumbre de las ruedas bajo los pasos, la Hermandad de Jesús de la Sangre llevaba a la Virgen a costal despertando la admiración y los aplausos de los cordobeses, siempre prestos a recuperar tradiciones y raíces. El Buen Suceso cumplía así su quinto año por las calles de Córdoba.