Subbética

La Virgen de Araceli adelanta su bajada a Lucena con una romería masiva y muy cálida

Romería de bajada de la Virgen de Araceli en Lucena

Con una semana de antelación sobre la fecha habitual, María Santísima de Araceli, patrona de Lucena y del campo andaluz, ha protagonizado este domingo una bajada multitudinaria desde su santuario en la Sierra de Aras. Bajo un sol abrasador y pese a las altas temperaturas, que han alcanzado los 30 grados, miles de personas han acompañado a la Virgen en una fecha para el recuerdo, pues se conmemora el LXXV aniversario de su coronación canónica

Ha sido una jornada romera muy especial. Tras el rezo del rosario y las habituales celebraciones litúrgicas, la bajada ha comenzado a las 15:00. La Real Archicofradía ha presentado a la Virgen, como es tradicional, ataviada con traje de camino. En esta ocasión, la patrona ha estrenado el conjunto bordado en plata sobre terciopelo de color azul, con encajes del mismo metal, donado por Macarena López del Espino y ejecutado por Rosi Fernández López, Juana Muñoz Romero, Pilar Rodríguez Megías y María Araceli del Espino. La inidumentaria fue bendecida el pasado 9 de abril, Domingo de Resurrección, por el vicario de la Campiña, Jesús María Moriana.

Como dama caminante, la Virgen ha sustituido el cetro por báculo de plata y las coronas por sombrero, que ha estrenado flores pintadas en acuarela por Araceli Purificación. En cuanto al Niño Jesús, ha portado canasto y capazo de esparto, así como sombrerito, con flores recién restauradas y repuestas. El divino doncel ha exhibido igualmente la ovejita, una estampa que recuerda a la tela que regalaron las carmelitas descalzas del convento de San José durante una de las estancias de la Virgen en la clausura a inicios del siglo XIX, como ha recordado la Archicofradía.

Sobre las andas de viaje, compuestas por el trono de plata, inspirado en la peana de madera tallada y dorada por Pedro Romero y Ariza y conservada en la Casa de la Virgen, y el templete, réplica del original de 1628, se ha dispuesto una sinfonía floral compuesta por hortensias preservadas azules, rosas spray véndela, rosas memory lane, hipericum rosa claro, clavel color crema, cymbidium mostaza, eryngium y eucalipto.

Una fiesta de Interés Turístico Nacional

La Corte Aracelitana, ante la patrona de Lucena este domingo. La Corte Aracelitana, ante la patrona de Lucena este domingo.

La Corte Aracelitana, ante la patrona de Lucena este domingo. / Germán Salas

Declaradas de Interés turístico Nacional, las Fiestas Aracelitanas son sin duda alguna junto a la Semana Santa la tradición más arraigada y popular de Lucena. Su origen radica en la llegada desde Roma a Lucena, en 1562, de la imagen de María Santísima de Araceli. Cuenta la tradición que el entonces Marqués de Comares, don Luís Fernández de Córdoba, recorriendo los templos de la ciudad eterna, quedó prendado de la advocación titular de la basílica franciscana de Araceli y quiso traer a la ciudad cabecera de sus señoríos una imagen con el mismo título.

Un antiguo y piadoso relato refiere que al llegar la comitiva del marqués a las proximidades de Lucena, una terrible tempestad espantó a las caballerías, entre ellas la que portaban la caja donde se guardaba la imagen, que se perdió en la espesura de la sierra de Aras. Al día siguiente, se halló el animal con su preciada carga en la cima del monte.

Este hecho se entendió como un designio divino, por lo que allí se construyó una ermita, convertida más tarde en santuario. Las Fiestas Aracelitanas, que desde el siglo XVI se celebran el primer domingo de mayo, trascienden a gran parte de Andalucía y constituyen el punto culminante del año festivo en Lucena.

El penúltimo domingo de abril se celebra la romería de bajada de la imagen de Nuestra Señora de Araceli desde su santuario a la ciudad, una fecha que en 2023 se ha adelantado una semana. La mañana festiva se abre con el amanecer, cuando una multitud de devotos se encaminan hacia la cumbre de la sierra de Aras a la búsqueda de la patrona.

Y a las 15:00, con la Virgen vestida de pastora en sus andas de plata a hombros de los santeros, en medio del fervor de miles de romeros, se inicia el camino que primero por un agreste paisaje y luego en medio de un mar de olivares traslada a la venerada imagen a Lucena.

La recepción oficial de la Señora tiene lugar a las 19:00 en el lugar conocido como Puerta de la Mina. Allí, con las autoridades, el clero, la aracelitana mayor y su corte de damas, se agolpa el pueblo en masa, que acompaña a la Virgen, en medio de vítores, música y salvas de cohetes, por las calles de Lucena hasta dejarla instalada en el soberbio presbiterio de la parroquia mayor de San Mateo. En ese momento la Coral Lucentina canta una solemne salve y el himno aracelitano, compuesto en 1948, año de la coronación canónica, por el maestro Aramburu sobre letra de José María Pemán.

Aquella lejana romería de 1948

Romería de 1948 de la Virgen de Araceli, fecha de la coronación canónica. Romería de 1948 de la Virgen de Araceli, fecha de la coronación canónica.

Romería de 1948 de la Virgen de Araceli, fecha de la coronación canónica. / Real Archicofradia Maria Santisima Araceli

Coincidiendo con la efeméride que se conmemora, la Real Archicofradía ha recordado cómo fue la bajada de hace 75 años, aquella que llevó a María Santísima de Araceli desde su santuario hasta Lucena para ser coronada canónicamente. La romería de 1948 tuvo lugar el 25 de abril, fecha muy significativa, pues fue el día que, en 1562, la Virgen entró por vez primera en tierra lucentina para quedarse para siempre.

Una peregrinación de jóvenes de toda la Diócesis de Córdoba llegó a Lucena durante la madrugada. Y a las 08:30, el canónigo de la catedral, Félix Romero Menjíbar, y el obispo, fray Albino González, celebraron misa en la parroquia de San Mateo. A las 12:00 del mediodía, la peregrinación llegó al santuario y se celebró misa en el Humilladero. A las 17:00, la Virgen de Araceli, vestida de color verde, inició su traslado en las andas de viaje, y llegó a Lucena una hora más tarde para, a las 20:00, descansar en San Mateo. Era el preludio del gran día.

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