-
Son el aperitivo favorito para la mayoría y, acompañadas de una caña de cerveza, un medio de vino o un vermú, las patatas fritas pueden detener el tiempo a la hora del aperitivo. ¿Una exageración? Si están crujientes y perfectamente fritas en aceite limpio y sabroso, con el punto justo de sal, doradas, no hay picoteo que les haga competencia. Las hay con sal o sin sal, tradicionales o con sabores para los paladares más aventureros, aunque las que siguen triunfando son las de siempre, las más básicas. En este especial hacemos un recorrido por 12 marcas de patatas fritas made in Córdoba, que cada aficionado patatero puede reordenar a su antojo. Porque, como curiosidad, casi cada pueblo cordobés tiene su propia marca de papas fritas que, por supuesto, siempre son las mejores. Cordobilla en Puente Genil, El Perol en Baena, Romero en Belalcázar, Raquel en Cañete de las Torres, Lucio en Castro del Río, Monti en Montilla, Maribel en Moriles, Santa Marina en Fernán Núñez... Sí, hay muchas más. ¿Cuáles son tus favoritas?
-
Catorce terrazas espectaculares para disfrutar del tardeo en Córdoba
Hechas en la Subbética, entre Priego de Córdoba y Carcabuey, las patatas fritas San Nicasio son un icono de la gastronomía de la provincia: sus galardones internacionales avalan las que están consideradas unas de las mejores patatas fritas del planeta. Con tres sencillos pero exquisitos ingredientes como son el aceite de oliva virgen extra procedente de la comarca, la sal rosa del Himalaya y las patatas de origen español, algo tan sencillo como una patata frita ha subido de escalafón para convertirse en un producto gourmet. De patata frita a extra virgin chip. ¿No las has probado? Pues se distribuyen incluso en los Estados Unidos de manos del popular chef José Andrés. Su empaquetado rosa es ya un símbolo y un icono diferenciador en los lineales de los supermercados y las tiendas de productos gourmet, reflejo del mimo que el maestro patatero Rafael del Rosal pone en la producción. Si pruebas una, no podrás parar.
En el barrio cordobés de Ciudad Jardín continúa la tradición que en mayo de 1986 inició el fritero más antiguo de Córdoba, Adolfo Bonilla Boni. En el arte de la patata crujiente y adictiva, que nunca querrás parar de comer, las de Boni son una apuesta segura con la caña, el medio de vino, el vermú o a solas. Y buena parte de su magia radica en su sencillez. De hecho, el proceso es tan simple como increíble es el producto final: las patatas se pelan en la peladora y a continuación se lavan; después se cortan y se fríen en aceite de girasol, se escurren y se dejan reposar para luego proceder al empaquetado. Sin condimentos añadidos, ingredientes 100% naturales y patatas escogidas de las mejores cosechas, este negocio llega a vender una tonelada de papas a la semana. Pero lo que más llama la atención es el toque personal que Bonilla le gusta darle a sus amadas patatas fritas, que vende con sal o sin sal, al igual que también comercializa otros productos como cortezas o tipo paja. Las colas que suelen formarse en el número 11 de la calle José María Valdenebro son testimonio de que, sí, Boni y sus patatas bonísimas son una apuesta segura para el picoteo.
Elaboradas de forma ecológica, sin aditivos sintéticos, con aceite de oliva virgen y patatas de las mejores cosechas españolas, las bolsas de estas populares “papas de pueblo” ofrecen un oleoequilibrio perfecto, como presumen en esta marca radicada en la localidad de Moriles. Al estilo clásico, gourmet, ecológico o de sabores como trufa, vinagreta y pimienta y limón, este snack de calidad artesanal contenta desde 1978 los paladares exigentes más allá de la provincia. Son chips siempre crocantes, de los que se oyen en la distancia. Y totalmente adictivos: la bolsa siempre se termina. Maribel, además, comercializa otros productos para picar como gominolas de todos los tipos, palomitas, conos, cortezas o una amplia serie de picos.
Las patas fritas Lucio, producidas en Castro del Río desde hace medio siglo, se distribuyen por buena parte de la campiña cordobesa y más allá. Esta empresa familiar lleva el nombre de su creador, Lucio, aunque quien está detrás de los fogones desde hace décadas es su hijo, Cecilio Rodríguez. El secreto está, desvela, en la manera de freírlas a perol, como la tradición manda, a la manera clásica, como en casa, y con aceite de girasol. Utilizan la patata agraria y una pizca justa de sal fina. En los bares de la zona no fallan las bolsitas de 90 gramos para el picoteo: siempre se conservan frescas y crujientes, y tan adictivas que normalmente el paquete se queda pequeño y hay que pedir más. En los supermercados se venden envasadas en 170, 300 y 800 gramos, para las familias o para los más patateros, pues las bolsas son tan grandes que permiten meter el brazo hasta el codo. Las tradicionales son siempre acierto seguro, aunque con el paso de los años la empresa de Cecilio Rodríguez ha aumentado la gama de productos, y ahora también producen con sabor jamón o ajo y perejil. También sirven snacks: bolas de queso, palomitas, cortezas, conos y cócteles.
Desde 1985, en Cañete de las Torres producen este popular alimento elaborado de manera totalmente artesanal. Con la maquinaria más modesta, las mejores patatas fritas de todo el Alto Guadalquivir nacen en esta empresa hechas a mano. Desde la tradición del mejor frito con aceite de oliva y las patatas obtenidas de las mejores cosechas, Ángel Pérez, que lleva este negocio desde hace más de un año, ofrece sus snacks con sal o sin sal, sabor a ajo y perejil o de jamón ibérico. Al lema de “las patatas Raquel, las mejores de comer”, esta empresa también comercializa frutos secos, cortezas o palomitas. Con paquetes de dos formatos, de 350 gramos para los más patateros o de 150 gramos, la tradición del producto bien elaborado se comparte desde el Alto Guadalquivir.
En la calle Alfaros de Córdoba nació en 1965 este popular negocio que abastece de las patatas fritas más crujientes a la ciudad. Una selección meticulosa de las mejores huertas que varían durante la temporada. La clave para el mejor sabor, las patatas agrias, “las más adecuadas para que sean fritas”, y el trabajo durante años que hacen de las patatas Cristo de los Faroles una receta irresistible para cualquier paladar. Fritas en aceite de girasol, convierten un simple alimento “para picar” en un placentero bocado. Con sal o sin sal, al gusto del consumidor, Juan Yepes lleva este negocio que ya alcanza la segunda generación. En un enclave con mucha historia, la calle Alfaros, la tradición patatera ofrece de forma artesanal un impecable capricho empaquetado.
Puente Genil no es solo la tierra donde se hace la mejor carne de membrillo. Los pontaneses también presumen de tener una marca de patatas fritas propia, Cordobilla, en honor a la aldea del mismo nombre. Son “naturales 100%” y “artesanas”, como indica el envase en letras mayúsculas, y sus únicos tres ingredientes son patatas seleccionadas, aceite de oliva y sal. “Si las pruebas, no querrás comer otras patatas. Son deliciosas, naturales. Ideales para tapear o para acompañar cualquier comida”, destacan en el portal Origen Andalucía. En 2020, el Ayuntamiento de Puente Genil entregó el galardón del 28-F en la categoría de Trabajo y Empresa, a título póstumo, a Miguel Cosano Jurado, el fundador de la empresa, que a base de esfuerzo, tenacidad y humildad fue capaz de poner en marcha un proyecto de prestigio, materializado en las conocidas patatas fritas que no faltan en el picoteo de Puente Genil. No fabrican para otras marcas.
En una zona con aceite mundialmente reconocido por su Denominación de Origen, las patatas de esta finca prieguense van fritas en aceite de oliva virgen extra, como no podía ser de otra manera. Sin gluten, proporcionan un sabor delicioso tras crujir en la boca. Se trata de un negocio familiar que desde la elaboración artesanal de sus productos apuesta por la máxima “calidad garantizada”, como luce en su empaquetado. La empresa, además, presume de ser un producto andaluz que exprime al máximo la excelente materia prima que ofrecen sus tierras. “Las auténticas de pueblo” son sinónimo de una gran pasión patatera que va desde Priego a toda la provincia cordobesa.
El logo amarillo de Moyano se ha convertido con el paso de los años casi en un emblema pop, y sus patatas fritas artesanas se producen desde 1970, cuando la empresa familiar se fundó en Los Pedroches. Son la seña de esta compañía que gestiona varios cash en toda Andalucía y que hace unas semanas abrió en la calle Cruz Conde de Córdoba su primera tienda en el centro de una ciudad. Aquí puede encontrarse la gama completa de Moyano, empezando por sus célebres patatas fritas que, sí, gustan a todos. La gama incluye las tradicionales -las llamadas artesanas-, sabor ajo y perejil, onduladas sabor jamón, varitas de patata, frutos secos, encurtidos y todo tipo de snacks y cortezas.
Con patatas seleccionadas, aceite de girasol alto oleico (35%) y sal marina, esta empresa montillana elabora deliciosas patatas que van fritas en un perol. Normales, estilo paja o con sabor a ajo y perejil, las patatas El Abuelo Antonio son todo un emblema de la gastronomía patatera. Desde 1969, por medio de la empresa Monti, ofrecen un alimento “seguro, sabroso y saludable” que nace en Montilla. La fama de estas patatas alcanza el sector del aperitivo a nivel mundial porque se venden en supermercados de toda España como Mercadona; también se exportan a Holanda, República Checa, Estados Unidos, Angola y Japón. Además, Monti dispone de una amplia gama de patatas ecológicas con sabor a trufa, chili, vinagre o paprika al margen de otros curiosos sabores, así como snacks de todo tipo y una lista de productos de panadería con regañás, montillanitos y muchos otros picos.
“Este día me lo como con papas”, es el lema de El Perol, empresa fundada en Baena en 2009 por dos jóvenes: Rafael Cano y Miguel Ángel Aguilera. La marca presume de utilizar ingredientes naturales “de máxima calidad” y de trabajar con los “mejores proveedores” de España de patatas agrias seleccionadas, y eso se nota en el resultado final. Una de sus claves, explican, es el corte “muy fino” para lograr que la patata siempre quede crujiente y apetitosa. Y luego, claro está, el mimo que le ponen a la fritura, de manera que el resultado: “Nuestros peroles fríen igual que cualquier sartén de nuestra casa, con la temperatura adecuada para que el aceite de girasol alto oleico fría con un color dorado y un sabor que recuerda a la infancia”. Todo ello aderezado con sal fina procedente de las salinas del Rosal, que se espolvorean sobre las patatas aún calientes. El resultado: no podrás parar de picar. El Perol también elabora con sabor a jamón, ajo y perejil, ajillo y campesinas.
Los productos Romero llevan envasado el ADN de Belalcázar y son omnipresentes en cualquier celebración o encuentro social que se precie en el municipio de Los Pedroches. En el lineal del supermercado son fáciles de distinguir por la monumental silueta del castillo de los Sotomayor y Zúñiga que llevan impreso en el envase. Las patatas fritas las hacen con sal, sin sal y sin gluten, y todas ellas son crocantes, como mandan los cánones del sector. La familia Romero, con dos generaciones en la elaboración de patatas fritas a sus espaldas, se ha convertido en referencia en el sector en todo el Norte de la provincia. Les avala una amplia gama de aperitivos, entre los que sobresalen las patatas fritas. Aunque ofrecen mucho más picoteo. En el ámbito del crujiente, venden cortezas, anillos, conos y radiales. Y, en el sector de la aceituna, envasan gordales, rellenas de ajo, de pepinillo, banderillas, manzanilla con y sin hueso y las aderezadas con el secreto de la abuela.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios