En primera persona

Efectos de la sequía en Córdoba: “Esto es una ruina, una catástrofe total”

Cultivo de cereal en la zona del Alto Guadiato, con un tamaño que apenas supera al de una botella de agua.

Cultivo de cereal en la zona del Alto Guadiato, con un tamaño que apenas supera al de una botella de agua. / El Día

Daniel se levanta cada mañana con la vista puesta en el cielo. Hoy tampoco va a ser, rumia en su cabeza, a la espera de una lluvia que, ya con mayo en puertas, no sabe cómo encajaría en el puzle que debe conformar cada día para sacar adelante su explotación agroganadera. Con la cosecha de cereal y forraje de esta campaña perdida por completo, esos cultivos pueden ser el sustento que necesita su ganado sin necesidad de tener que ir al mercado. Economía de guerra para minimizar las pérdidas en un año (otro más) en el que las cuentas no salen.

La situación es dramática porque no vamos a recoger nada: ni cereal, ni forraje, ni paja, ni pasto por la falta de agua”, acierta a decir en el descanso de una de esas jornadas laborales en las que uno sabe cuando comienza, pero casi nunca cuando va a terminar. Porque en el campo, y más si el negocio es propio, siempre hay algo que hacer. A sus 36 años, Daniel Murillo mantiene las 150 hectáreas de terreno que heredó de sus padres, a los que ha sumado una cabaña de ganado formada por unas 650 cabezas de porcino y unas 600 de ovino. “Este año ni tenemos cosecha ni tenemos ganado”, se lamenta.

Porque “aparte de que no llueve, como llevamos estos años de atrás con déficit hidrológico, el suelo ha perdido humedad, las charcas que acumulaban agua que nos servían para el ganado están secas o con fango y no hay por dónde cogerlo”, añade este vecino de Fuente Obejuna, donde el agua escasea no solo en el campo, también en el grifo, lo que ennegrece aún más el panorama: “Yo estoy subsistiendo, pero hay amigos que están vendiendo el ganado porque no pueden ya mantenerlo”. El triste final de muchos empresarios del agro, a los que la sequía ha terminado de dar el golpe de gracia.

“Esto es una ruina, una catástrofe total”, insiste Daniel, que no ve “la salida para sacar adelante este año”. “Venimos aguantando desde la pandemia del Covid, la guerra de Ucrania y esta campaña que no vamos a recoger nada… Este año no vamos a poder mantener la explotación, con pérdidas y sin saber de dónde cogemos un dinero que no tenemos”, añade consciente de una situación “dramática” para un sector que en Córdoba tiene un peso importantísimo, tanto en cifras de empleo como para la economía, más aún en esa zona Norte a la que amenaza –otra más– el fenómeno de la despoblación.

Es por eso que reclama más y mejores ayudas, no como “las que tanto se proclaman desde el Gobierno, que suenan espléndidas cuando las están contando, aunque a la hora de repartir ves que tocas a 50 céntimos por cabeza de ganado y que no sirven; es mucho bombo y luego nada”. De momento, esta semana el Ministerio de Hacienda y Función Pública ha aprobado una orden por la que se reduce el sistema de módulos para agricultores y ganaderos –en un 25%, que puede ser del 50% para los que tienen cultivos como el olivar o el almendro, más afectados– que supone una rebaja de impuestos de más de 1.800 millones de euros. A eso hay que sumar ayudas para el gasóleo agrícola y fertilizantes, que habrá que ver en qué se traduce.

No es la única crítica de Murillo, que se detiene en la modificada Política Agraria Común (PAC) y esa obligación de sembrar, él que tiene una explotación centradas en tricicales y avena, alguna leguminosa por su condición de especie mejorante y protaginosa del terreno: “Siembro guisantes sabiendo que no los voy a poder cosechar. Te sientes inútil, porque aquí no se da ese cultivo y sabes desde primera hora que se va a perder, sea por humedad, por hongos, por plagas… y es un cultivo costoso”.

Unos gastos que son cada vez más elevados para los productores y que hacen que difícilmente salga la ecuación. “Da coraje cuando te has gastado un dinero y en la venta ves que no solo no has ganado, sino que has perdido. ¿Cómo mantengo la explotación y cómo como?”, apunta Daniel, que a todos los problemas que la sequía está provocando a su negocio, ha de sumar los que comparte con los habitantes del Norte de Córdoba, donde la falta de agua afecta ya al consumo humano al estar seco el embalse de Sierra Boyera y haberse declarado como no apta del agua traída desde La Colada: “Queremos que llueva para tener agua, pero si llueve decentemente ahora, los cultivos se pudrirán por la humedad y, con el calor, fermentarán y ya no podremos aprovecharlo con el ganado”.

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