La agonía del campo en Córdoba: sin agua, sin cosechas y con un horizonte oscuro
Sequía
El sector se enfrenta a pérdidas superiores al 80%, que en el Norte ya son del 100%, afectado por la escasez de lluvias, que refuerzan el déficit hídrico
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El campo agoniza con la mirada, piadosa, fijada en el cielo. Consumido el primer mes de la primavera, antaño época de lluvias, la situación no ha variado un ápice sobre la que dejaron un otoño y un invierno –con el paréntesis de diciembre– igualmente secos. Y eso se traduce en drama. Por ahora no para el consumo humano, con reservas en Andalucía para un año y medio más, pero sí para el sector primario, principal sustento de muchas familias y con un peso enorme en el PIB de la región.
Tanto la agricultura como la ganadería languidecen, con la lengua fuera, a la espera de precipitaciones que le den un respiro. Pero apenas un riego, como el de la pasada semana –cuatro litros en las zonas más beneficiadas de la provincia de Córdoba–, no es suficiente, más aún con unas temperaturas veraniegas que evaporan a más velocidad la ya de por sí escasa agua embalsada en los pantanos, que en la cuenca del Guadalquivir se encuentran a menos del 25% de su capacidad, casi ocho puntos por debajo que hace un año y lejísimos de la media de la última década, que supera el 63%.
Eso ha provocado que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) haya aprobado el inicio de la campaña de regadío, con una reducción tanto los desembalses –a 385 hectómetros cúbicos para 345.000 hectáreas (un 38% menos de los 600 de 2022)– como la dotación, que ha quedado fijada en un máximo de 700 metros cúbicos por hectárea, en el caso de los cultivos que necesitan más agua, que se reducirá hasta los apenas 400 metros cúbicos en los que requieran menos riego. En cualquier caso, en el mejor de los escenarios, la reducción ya es del 60% respecto al pasado año, y alcanza el 88% sobre la dotación concesional, la que habría en un año hidrológicamente normal.
¿Y qué sería eso? En lo referente al total de la cuenca del Guadalquivir, la pluviometría media de los últimos 25 años en lo que va de año hidrológico (arranca el 1 de octubre) se sitúa en algo más de 450 litros, pero la precipitación media apenas si llega a los 300 (alrededor de un 35% inferior). Una situación que se repite provincia por provincia y que en el caso de Córdoba prácticamente ofrece un retrato idéntico: poco más de 320 mililitros cuando la media del último cuarto de siglo se establece en casi 480 (sobre un 33% menos). Y es que ni siquiera las importantes lluvias de diciembre, el único mes que rompe la tendencia deficitaria, compensan lo ocurrido en otros como este mismo abril que ya se escapa, en el que la media histórica de precipitación es de 67 litros de los que apenas han caído cinco, en el mejor de los casos.
De esta manera, sin agua en los pantanos –están al 18,78% de su capacidad, con apenas 623 hectómetros cúbicos embalsados, ocho puntos menos que el pasado año a estas alturas y un 44% por debajo de la media de la década– y sin previsión de lluvia a corto plazo, queda claro que las dotaciones marcadas por la CHG son apenas un bálsamo para que los cultivos sobrevivan, aunque las cosechas superen ya pérdidas del 80%, que en muchos casos llegarán a ser del 100%. Una situación crítica que tiene asfixiado al sector agroganadero y que amenaza con disparar los precios ante la escasez de productos, lo que aventura unos meses oscuros hasta la vuelta de la ansiada lluvia.
¿Cuál es la situación en la provincia?
De la mano de Antonio Monclova, técnico de Asaja Córdoba, damos un paseo por la provincia para ver cómo afecta a cada zona, a cada cultivo y a la ganadería esta situación de sequía extrema que ya ha acabado con la práctica totalidad de las cosechas en la zona Norte y provocará pérdidas por encima del 80% en el resto. Solo un episodio de lluvia en los próximos días, no más de esta semana, que por otra parte no está previsto, podría variar un escenario dantesco para el campo.
Con más del 90% de la cosecha, centrada en el cereal y el forraje, perdida, en el Norte “apenas se va a recoger grano y forraje para la ganadería”, que empieza a entrar en los propios cultivos para aprovechar lo que no se va a recoger. Pero eso “no es suficiente” ante la escasez de productos, recuerda Monclova, lo que está llevando a los ganaderos a desplazarse a otras zonas de la Vega del Guadalquivir, ya en Sevilla, o las zonas de riego de Extremadura a por sustento para sus animales.
En el otro extremo de la provincia, en la zona Sur, sobre todo en la Subbética, los cultivos –sobre todo cereal de invierno como trigo, cebada, avena, tricicales o leguminosas– “están llegando al ciclo final fisiológico, con pérdidas en torno al 80%”, señala el técnico, que matiza que crecerán ante la falta de lluvias en la próxima semana. La situación es similar en la Campiña entre Fernán Núñez y Écija, mientras que en la zona central, de Santa Cruz a la capital, las lluvias de marzo están dando algo de vida a la siembra.
Con todo, muchos agricultores están convirtiendo su cosecha “en forraje para ganado”, con el objetivo de poder salvar los gastos y otros, los que esperaban sembrar cultivos de primavera, lo han descartado en su mayoría al no llover y no tener humedad los suelos. Así, solo los que se adelantaron y sembraron en febrero –sobre todo girasol– tienen cosecha, aunque con el panorama acutal tienen difícil que pueda llegar a fin de ciclo.
En la Vega del Guadalquivir, principalmente dedicada a regadío, la falta de dotación de agua, aliviada en parte ahora con los primeros desembalses aprobados por la Confederación, está haciendo que “muchos cultivos se pierdan”, señala Antonio Monclova, lo que provocará que no se siembre siquiera algodón o maíz. Además, el técnico apunta que ya en su momento muchos agricultores optaron por el cereal en lugar de las hortícolas por requerir menos agua, “aunque igualmente las pérdidas serán importantes”, dado que ningún cultivo se libra de la imperante sequía.
En cuanto al olivar, uno de los cultivos principales en la provincia, Monclova considera que “los de riego se mantendrán y no tendrán mucha pérdida”, y los de secano (concentrados sobre todo en la Subbética y Penibética) “se verán mermados y las cosechas serán casi nulas”, siempre que no haya un cambio climatológico. En una situación similar están los pistachos o almendros, que de un tiempo a esta parte han cubierto gran parte del terreno que antes estaba ocupado por olivos.
Pero este panorama, desalentador cuanto menos, lejos de tener visos de mejora, se convertirá en “una catástrofe” cuando la próxima semana se esfume nuevamente sin una gota lluvia, tal y como marca la previsión, y con temperaturas por encima de los 30 grados, que “lo aceleran todo”. Porque las precipitaciones ahora pillarían a “los olivos en floración, y una cantidad que rondara los 30 litros salvaría la campaña de este año”. Además, “reduciría las pérdidas” de los trigos de la Campiña y la Subbética, y “mejoraría el resultado” del resto de la arboleda (almendros, naranjos…). Lo “único sin solución” ya es el cereal de la zona Norte, que está “más adelantado”, recuerda Antonio Monclova, que cree que “todo lo que sea que llueva más allá de esta semana, ya es tarde”, aunque salvaría al que aún no ha sembrado y podría decidirse a hacerlo. Pero para eso tiene que llover, que ya es hora.
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