Provincia

"Patro, quédate en el dormitorio que yo te salvo"

  • Los vecinos lo intentaron todo para rescatar a la pareja mientras oían sus gritos desesperados pidiendo ayuda

Impotentes, derrumbados y con los ojos rojos de no dormir y de llorar. Los guardias civiles, los bomberos y sobre todo los vecinos del matrimonio fallecido hicieron todo lo posible por rescatarlos, pero las rejas que protegían al piso siniestrado del exterior se convirtieron en una cárcel mortal para sus moradores.

"Patro, quédate en el dormitorio que yo te salvo". Manuel Cuenca, que vive en la segunda planta del número diez de la barriada Blas Infante de Moriles, recuerda cómo intentaba salvar desde la parte trasera al matrimonio fallecido. "Oíamos a la mujer gritar. Llamaba a su hijo. Nosotros le decíamos que estaba bien, que había saltado al patio. Pero ella fue a buscarlo a su habitación". Fue su perdición. Ahogada por el humo se desmayó. A pesar de que los vecinos consiguieron romper la reja de un dormitorio la mujer estaba demasiado lejos y había demasiado humo para encontrarla.

"Es terrible. Terrible. Los oíamos gritar y al poco rato ya estaban muertos", lloraba una vecina, mientras recordaba "a la Patro" como una mujer sencilla, activa, cariñosa y miembro de la asociación local de mujeres Zapatereñas. La alcaldesa, Francisca Carmona, que estuvo a pie de fuego desde las 05.00, también estaba muy afectada por la tragedia y por la pérdida "de una amiga". Cabizbaja, Carmona felicitaba el arrojo de los vecinos, a pesar de la impotencia de no haber podido rescatar con vida al matrimonio.

De hecho, fueron los propios vecinos los que comenzaron a apagar el fuego de forma artesanal. Con una goma de riego enganchada a una pequeña toma de agua, acabaron con el grueso de las llamas antes incluso de que llegaran los bomberos. Pero "todo fue tan rápido" que a esas alturas ya había poco que hacer, expresaba el vecino del piso superior al siniestrado, que tuvo que salir "como pude" a la calle con su hija de tan sólo dos meses en brazos.

Moriles es un pueblo pequeño y la familia del matrimonio muy conocida. Sólo el hombre tenía ocho hermanos y la mujer, cuatro. Ayer, el Tanatorio de Cabra estaba atestado. Al menos 2.000 vecinos habían acudido a consolar a la familia -atendida por un equipo de psicólogos-, a interesarse por la salud del hijo -que sólo conocía la muerte de su madre pero no la de su padre- y a acompañar a la hija, totalmente rota.

"Ya sólo nos queda llorar", explicaban los familiares del matrimonio mientras agradecían el cariño de los vecinos de Moriles y el valor de los que habían intentado evitar la tragedia. Pero pesaba la impotencia.

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