Bailes para los inocentes

fuente carreteros

La Colonia recrea sus orígenes con la puesta en escena de la Danza de los Locos y del Baile del Oso, una tradición heredada del Centro de Europa

Los seis danzantes, en uno de sus brincos. / Reportaje Gráfico: Salas (Efe)
Estrella Serna (Efe)

29 de diciembre 2016 - 02:32

Una escuela de locos es la culpable de que las tradiciones ancestrales de los colonos centroeuropeos permanezcan en la aldea cordobesa de Fuente Carreteros, en el Valle del Guadalquivir, donde el Día de los Inocentes se celebra con la Danza de los Locos. No se trata de ninguna inocentada, sino de una tradición popular cuyos orígenes se remontan, según fuentes municipales, a los ritos de los colonos que provenientes de Alemania, Bélgica, Suiza e Italia repoblaron por orden de Carlos III estos parajes.

Y es una leyenda viva Antonia, una vecina de 94 años, quien hace tres décadas rescató del baúl familiar el traje típico: dos faldas bordadas con encaje, camisa blanca, pañuelo anudado a la izquierda y una especie de pompones con cintas de colores anudados a las castañuelas, además de bandas cruzadas y cientos de abalorios. La Danza de los Locos es un baile de seis danzantes que representa la salvaguarda de un niño, la loquilla, de la guardia del rey Herodes, personaje bíblico que ordenó decapitar a los recién nacidos.

Cuando suenan los trabucos, los bailarines comienzan su baile al ritmo de castañuelas, guitarras y carrasquiña, un instrumento de percusión como una especie de xilófono hecho con caña. Todo ello bajo la atenta mirada del capitán de espadas, que marca los tiempos de cada paso.

El baile se trasmite gracias a la escuela de los locos, donde el danzante más veterano trasmite los saberes aprendidos de sus padres y abuelos para lograr vencer a aquel tirano bíblico y salvar a los niños a ritmo de danza que recuerda a los bailes típicos de los pueblos centroeuropeos.

Así, cada 28 de diciembre, Fuente Carreteros, una entidad local autónoma de Fuente Palmera, de 1.200 habitantes, convierte su plaza central en una algarabía de danzantes y colores a los que se suman los tradicionales pestiños hechos por las mujeres y un cocido delicioso que hace el propio alcalde, José Manuel Pedrosa (Olivo), que también es el encargado de hacer sonar el pandero a los bailarines. El broche de oro lo pone el Baile del Oso, protagonizado por un vecino que antiguamente se ataviaba con una zalea o piel de borrego que soporta las burlas de los más pequeños como símbolo, cuentan los propios vecinos, "del triunfo del bien sobre el mal".

El alcalde apunta que hay una conexión con los desfiles de osos que se celebran tradicionalmente en algunas ciudades de Moldavia y este personaje del que los niños se zafan porque representa el lobo del cuento, ese antagonista con el que todos quieren acabar. Al margen de la historicidad de los hechos, la trasmisión oral ha logrado mantener una tradición popular de la que hace gala y honor toda la aldea con esculturas y monolitos conmemorativos. En vez de "inocente, inocente", los carretereños ensalzan hoy a El cuerdo loco, de Lope de Vega; El licenciado vidriera, de Miguel de Cervantes, y hasta al propio hidalgo Don Quijote de la Mancha con sus danzas al grito de: "A los locos, de ayer, de hoy y de siempre".

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