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El filósofo Fernando Savater ha sorprendido recientemente a buena parte de su amplia audiencia recomendando concentrar el voto en el Partido Popular (PP) en las próximas elecciones porque urge cambiar al actual Gobierno, presidido por el socialista Pedro Sánchez. Cualquiera que lea Ética para Amador, el libro que Savater escribió para su hijo y que resultó su mayor éxito de ventas, podrá entender la motivación del filósofo para darnos ese consejo. El primero de sus nueve capítulos lo dedica Savater a comentar la noción de libertad, nuestra capacidad de elegir entre varias posibilidades. Aunque no siempre podamos materializar lo que deseemos, siempre podremos elegir qué deseamos. Y eso es lo que Savater ha hecho: no está en su mano destituir al gobierno, pero, ejerciendo su libertad, lo desea. Y eso es coherente con el contenido del último capítulo de su Ética, dedicado a las decisiones políticas. Relaciona esa cuestión con la moral porque, entre otras cosas, se trata de elegir a los que nos gobernarán. En democracia, hay que optar por alguno de los distintos partidos que se presenten a las elecciones, siempre que (y no es trivial esa condición) ese partido cumpla unos requisitos éticos mínimos.
Es posible que Savater haya llegado a la conclusión de que nuestros actuales gobernantes no satisfacen esos requisitos mínimos, y de ahí su propuesta de sustituirlos. Y de hacerlo concentrando el voto en el PP. Acaso muchos españoles compartirán ese deseo. Motivos no les faltarían. Por si fuese poco amnistiar a unos sujetos investigados por la justicia a cambio de que lo voten para seguir de presidente del Gobierno, ahora le acaban de estallar los delitos de corrupción presuntamente cometidos por algunos de sus colaboradores al gestionar la adquisición de mascarillas durante el estado de excepción decretado durante la pandemia. Un estado de excepción declarado, por cierto, inconstitucional en su momento. Y una pandemia durante la cual se nos dijo que las medidas que se adoptaban para paliarla venían indicadas por un comité de expertos, el cual parece que nunca existió. Y, para redondear la faena, se pretende que la amnistía a los separatistas delincuentes se hará para mejorar el ambiente social en Cataluña (todos sabemos que ese argumento solo es una coartada), pero resulta que sus principales beneficiarios acaban de aprobar en el Parlamento catalán que se tramite una Iniciativa Legislativa Popular para volver a proclamar unilateralmente la segregación de Cataluña. Y eso a pesar de que el letrado les informó de que no era legal aprobar dicha tramitación. Y también a pesar de que, según su propia normativa, el erario catalán tendrá que sufragar una parte de los gastos de la implementación de la ILP. De ese modo, a la prevaricación (dictar una resolución ilegal a sabiendas) se unirá la malversación (dedicar el dinero público a una finalidad distinta de la legalizada). Claro que, bajo el impulso de ese mismo gobierno, el reproche penal a ese delito fue disminuido cuando no se realizase para lucrarse, sino para alcanzar un objetivo político (aunque sea ilícito).
En resumen, muchos ciudadanos compartirán la idea de destituir democráticamente a los actuales gobernantes e incluso estarán dispuestos a votar al PP para lograrlo. Entre ellos estarán casi todos los que tradicionalmente votan a ese partido y, además, algunos que no solían votarlo o que, por su edad u otras circunstancias, nunca han votado.
Sin embargo, puede haber otras personas que, sintiéndose insatisfechas con el curso de los acontecimientos que están propiciando nuestros ministros, no estén dispuestas a votar al PP. Puede que se sientan demasiado socialistas para apoyar directamente a esa curiosa mezcla de liberalismo débil y suave socialdemocracia que practica el PP. ¿Qué ofrecerles a esos posibles votantes? Gente que no va votar esta vez al PSOE, ni a Sumar, pero no se atreven a votar al PP. En unas elecciones al Congreso de los Diputados quizás convendría insistir en la propuesta de Savater, pero las próximas elecciones son las europeas, un tipo de comicios menos dramáticos. En ese caso, si ya tiene decidido no votar al PP, pero le gustaría prestar su voto a un partido socialista limpio de corrupción y que esté dispuesto a defender la igualdad de los españoles al margen de la región en la que vivan, quizás debería informarse del programa y los candidatos de Izquierda Española. No se engañe: no se trata de un partido centrista, al modo del extinto Ciudadanos; ni de un partido liberal, sino socialista; ni de un partido abierto a entenderse con los separatistas, sino decidido a reducir sus prebendas. Y lo promueve un joven abogado, Guillermo del Valle. En resumen, haga caso a Savater y concentre el voto en el PP, pero, si rechaza sin paliativos esa opción, considere la tentación de votar en las europeas a Izquierda Española.
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