Jose Antonio Merat León

Bizum de 77, por favor

La tribuna

En esta España de sol y playa, de buena comida y mejores costumbres, sólo el 16% de los jóvenes –hasta los 29 años– están emancipados. La media europea sube hasta el 32%

Bizum de 77, por favor
Bizum de 77, por favor / Rosell

07 de marzo 2024 - 00:30

Uno de los libros más polémicos de los últimos años en España, Feria, de Ana Iris Simón, arranca con la autora compartiendo cuchitril en un barrio céntrico de Madrid, con la treintena cumplida y acordándose de que, a su edad, sus padres ya estaban metidos en una hipoteca y con ella en el mundo. Como para no acordarse.

Lástima que no tenga un ejemplar a mano para pegar las citas directas, pero la autora se confiesa decepcionada con esa estampa. A esa edad, ella quería tener una estabilidad económica suficiente como para no tener que verles la cara a sus amigos los sábados por la mañana y dejar de compartir lavavajillas con ellos. Lógico.

Vivo en un país en que mi generación tarda siete años más que la de sus padres en cobrar un salario medio, que está algo por encima de los dos mil euros. Hasta los treinta y cinco, despidámonos. Y quien no esté dispuesto a aguantarlo, pasaporte y puerta.

En esta España de sol y playa, de buena comida y mejores costumbres, sólo el 16% de los jóvenes –hasta los 29 años– están emancipados. La media europea sube hasta el 32%, por ofrecer un poco de contexto.

Os invito a sacar la calculadora, ¡clase de matemáticas! El salario medio de una persona joven en nuestro país es de 1.005 euros, según los últimos estudios publicados. En paralelo, el alquiler medio de una vivienda ha subido hasta los 944 euros sin gastos. Si además quieres tener luz, agua y calentarte por las noches, se estima un gasto de 138 euros. ¿Resultado? Necesitamos un bizum mensual de 77 euros para irnos de casa como Dios manda. La comida no está incluida, claro. Independizado, sí, pero sin poder bajar a la calle a tomar algo y yendo una vez en semana a casa de tus padres para traerte los tuppers de la semana y, de paso, pedir un aguinaldo para poder pagar la luz. Estamos lejos de acercarnos a eso que dicen los estudios de que el precio mensual de tu vivienda no debería superar el 30% de tu salario neto. Este es el plan, y de momento sólo veo parches para que la precariedad de los jóvenes sea más llevadera.

Me centro en mi generación por mera salud mental, pero, en España, la cosa se está poniendo para tener una boca prestada –por muy mal que estemos, siempre nos quedará un refranero impecable–. La reciente subida del SMI fue la guinda. ¡Le tuvieron que decir al Gobierno que, si no ampliaba el mínimo exento del IRPF, el aumento del salario mínimo se quedaba en nada! Rechazo la hipótesis de que lo hagan a maldad, para intentar engañar al personal. Es peor: no se dieron cuenta, chiqui.

Hablo de España en su conjunto, sabiendo que el capítulo de Andalucía merece ríos de tinta. Esta casa, Diario de Sevilla, publicó que casi la mitad de los trabajadores de la provincia cobraba mil euros o una cantidad por debajo del SMI. ¿Adónde vamos con estos registros?

Se necesita establecer un salario medio digno, por supuesto que sí, pero también los mecanismos necesarios para controlar que se cumplan los objetivos marcados. Y si eso significa modificar la ocurrencia de los fijos discontinuos para saber, de verdad, cuántos parados hay en España, se hace. O hacer inspecciones de trabajo en los sectores productivos donde más se precarizan las condiciones de trabajo, no solo una operación relámpago en las Big Four.

Por suerte para algunos, el gigante de la juventud en España sigue dormido. A pesar de tener el agua al cuello, no nos hemos despertado para pedir locuras como un parque de vivienda pública asequible que nos ayude a emanciparnos o un verdadero reconocimiento a la formación y los estudios en los contratos laborales. ¡O que dejen de subir las pensiones si el salario medio de los jóvenes no se equipara con la pensión media!

Estoy expectante por ver qué hace la ministra Sira Rego al frente de Juventud e Infancia. Si alguien piensa que ha cogido una cartera fácil, les garantizo que no. No va a ser sencillo plantarse en el despacho de Isabel Rodríguez y pedirle vivienda pública hasta que se agote el mortero. Ni visitar a Pilar Alegría, e invitarla a considerar una beca para los exámenes oficiales de Cambridge a los alumnos de las familias con menor renta –la inscripción es verdaderamente cara y todas las empresas piden niveles de B2 o C1–. De camino, una visita a la ministra de Trabajo. Aunque la conversación con ella merece una extensión considerable, para la que no tendrían tiempo. Ojalá pacte muchas cosas para los jóvenes de este país. Ojalá lo haga y que Puigdemont se lo apruebe, claro. El gigante de mi generación sigue dormido, hay tiempo.

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