La UE dice no

Gafas de cerca

La oficialidad del idioma catalán en la Unión Europea fue uno de los encargos imperiosos que su socio destacado en Waterloo, Carles Puigdemont, impuso a Pedro Sánchez a cambio de irle conectando la bomba de oxígeno al Gobierno, con el preceptivo “cuidadito conmigo, a la próxima ya veremos”, que es el tumbado que tienen las megaminorías al negociar, con permiso de Pedro Navaja –sin segundas–, la canción de Rubén Blades y Willie Colón. Europa se resiste, Cataluña se resiente, la nacionalista; Sánchez iba mandado. La UE teme como a vara verde la apertura de esa puerta, que convertiría en una locura insostenible a sus instituciones, obligadas por tres nuevas lenguas como el gallego, el vasco y el catalán, sino a otras 50 con tanto derecho como las tres españolas; en caso de que los derechos puedan convertirse en lastres colectivos (y evitables). Al nacionalismo catalán le va mucho en ello, pero no en Bruselas, sino en Cataluña. Después de imponerse, sobre todo por la obligatoriedad en la escuela, el catalán pierde fuelle en la calle y lo privado, donde no sólo inmigrantes prefieren el español, sino varios millones de catalanes, incluso de ocho apellidos endémicos.

Mientras, en la Gran Cataluña soñada, en concreto en Baleares, van a aplicar el escalpelo a la subsidiariedad y relegación de la lengua común, el castellano. Ya saben, la derecha y la ultraderecha, que tanto argumento demonizante dan a los rivales de PP, y no digamos de Vox. Sin ponerme el chaleco antibalas, a servidor, desde lejos, como a cientos de miles de mallorquines desde su tierra, este giro se antoja justo: tras la inmersión, frenar sus excesos. Hoy, en las ruedas de prensa de la final de la Champions, el astur, altamente inflamable y desaborido Luis Enrique, entrenador del PSG, hablará en español. Nadie se molesta ni acompleja en Francia por ello. Por su parte, fuera de la final, su colega Guardiola, entre arañazos en la calva, llantos trágicos y gapillos en la banda, hace patria catalana siempre que puede. No tanto usando el catalán, candorosa inutilidad en Manchester, sino evitando el español, y mira que él se aprendió un epatante speech en alemán de nada más llegar, anteriormente, al Bayern Múnich. Contigo no, bicho, le dice al español... salvo cuando no hay más pelotas. De balompié.

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