El mundo de ayer
Rafael Castaño
Formas de decir adiós
Por montera
Nunca he escuchado a nadie decir: “yo, de mayor quiero ser inmigrante”. Todo lo contrario. Casi todos los inmigrantes que conozco, o todos, confiesan que sueñan con regresar a su patria. La figura del inmigrante se va labrando de manera inconsciente, poco a poco y suele generarse en contra de la voluntad de a quien se le obliga a serlo. Si una persona se convierte en inmigrante es porque ha tenido que abandonar su país obligada por amenazas recibidas de bandas latinas, por políticas despóticas, guerrillas, guerras, presidentes autoritarios, dictadores o reyes absolutistas que oprimen a su pueblo hasta llevarlo a vivir en la miseria ¿Quién querría ser inmigrante? Una persona que desea abandonar su país donde podría vivir en pleno derecho junto a su familia, trabajando en lo que quisiera o pudiera para ganarse la vida dignamente y vivir en paz. El inmigrante huye de su patria, normalmente, con lo puesto. La mayoría de las mujeres que trabajan en nuestras casas como empleadas del hogar se han venido a España dejando a sus hijos al otro lado del charco en manos de algún familiar que les educa en la ausencia materna. Otros lo hacen porque habían sido amenazados por alguna mara o por guerrilla. De estar trabajando tranquilamente en su país, de cajero, reponedor o empleado en una fábrica, se ve obligado a huir de su casa para salvar su vida y evitar que maten a su familia. Anda la comunidad europea debatiendo cómo arreglar la situación de la inmigración ilegal y después de diez años parece que va a empezar a haber algún acuerdo para regularla. Pero los partidos políticos no se alían: unos los quieren expulsar y otros legalizarlos, como a este medio millón que pronto podrían conseguir los papeles en España y con ellos acceder a las mínimas necesidades vitales: tener identidad, poder recibir asistencia sanitaria, educación y trabajo regulado. La inmigración confunde, porque, como los alemanes, se quiere asegurar que ningún asilado cometa más atentados. Sí, hay varios perfiles de inmigrantes irregulares: los pobres, los ricos, y los terroristas. En España es imposible saber cuántos inmigrantes ilegales hay. Lo que sí se sabe es que desde 2015 a lo que llevamos de 2024 han entrado de manera irregular 343.700 personas. Unos se quedan y otros suben para Europa. No creo que ningún inmigrante decente sueñe con serlo: la solución del problema migratorio está en el país de origen; que el de destino no sea el problema sino la solución para que sientan que sí existen y con dignidad.
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