Tuve un amigo en Bruselas cuyos hijos jugaban al fútbol federados. El pequeño estaba en la categoría diablotin, de 6 a 8 años, que eran cinco jugadores, dos defensores y dos atacantes, además del portero. Al hijo de mi amigo lo ponían de defensa y se quejaba: "¡yo quiero jugar de jugador!". Como aquel niño, en la política española, donde el infantilismo no es exclusivo de Podemos, todos los jugadores se disputan una posición en el ataque al adversario. Nadie se queda en la defensa de las instituciones, del diálogo, del acuerdo por el interés general. Eso sí, todos presumen de constitucionalistas, haciendo honor a ese sabio refrán que reza "dime de qué presumes y te diré de qué careces".

Núñez Feijóo, buscando el aroma de la Constitución de 1812, ha venido el lunes a Cádiz, para hacer en el Oratorio de San Felipe Neri un juamamoreno. O sea, un gran espectáculo de luces y cámaras, en el que el oficiante parece predicar más para lucimiento de su oratoria que para la conversión de algún arrepentido. Allí, el jefe del PP ha anunciado medidas para mejorar nuestra democracia con buenas intenciones y algunos engaños. Aparecen juntos, como en un popurrí carnavalero, restablecer los delitos de sedición, malversación o referéndum ilegal, limitar el uso del decreto ley, que gobierne el partido más votado, restringir las puertas giratorias desde cargos institucionales, garantizar la independencia judicial...

Hay algún gato encerrado. Uno de los lemas del sermón del Oratorio ha sido "recuperar el prestigio de las instituciones", pero el PP impide desde hace cuatro años, un mes y 26 días la renovación del Consejo del Poder Judicial, en el que tiene mayoría absoluta a través de jueces y juristas afines, con descrédito profundo de la institución. Feijóo, con su aire de hombre distraído, no se siente responsable. Tampoco hace contrición por los pecados de puerta giratoria cometidos de antiguo por su partido. Nada dice de que el gobierno de la lista más votada habría impedido que llegaran al poder los Moreno, Ayuso, Mañueco, López Miras, Almeida, etcétera. Y Moreno en su primera legislatura en la Junta ha hecho 20 leyes y ¡71 decretos-ley!

La estrategia del PP es repetir el modelo de Andalucía y procurar que la teórica moderación del líder, la artillería infantil de sus ayudantes de campo y las salidas de tono de la ultraderecha le permitan captar votos en el centro que ahora están huérfanos. En la última encuesta del CIS el porcentaje de españoles que nunca votaría a Sánchez llega al 40% y los que nunca lo harían por Feijóo son el 33%. El creciente índice de rechazo del presidente del Gobierno es su punto débil. Por eso Feijóo en su sermón en la cuna de La Pepa usó la misma munición que sus artilleros y arremetió contra el sanchismo. Este ataque al adversario, cosificándolo y desprestigiándolo, es la prueba del algodón de que más allá del espectáculo de márquetin el buen hombre lo que quiere es ganar las elecciones. Y luego, ya se verá…

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