Una segunda transición

El escenario político de la Transición anterior al bipartidismo puede volver a repetirse

La onda expansiva del terremoto de las elecciones andaluzas es prolongada, y sus efectos ya se empiezan a notar a juzgar por las encuestas de opinión que se van publicando. Hace poco nos hubiera parecido imposible, pero el escenario político de la Transición anterior a la consolidación de los dos grandes partidos de izquierda y derecha tras la debacle del centro en 1982 puede volver a repetirse después de los muchos comicios que se nos presentan en 2019.

Buena parte de este realineamiento se debe sin duda al ascenso de Vox, partido que, pese a cierto estado de opinión que lo maldice a diario, viene para quedarse, aunque con los límites internos derivados de un discurso en exceso simplista y los externos impuestos por el señor D'Hont. La derecha sociológica, esa que abomina de las autonomías al tiempo que recela de las políticas de igualdad, ha encontrado el altavoz perfecto para expresarse, y se ha llevado de la mano casi por la fuerza a un Partido Popular al que de repente le han achicado el campo, obligándolo a endurecer sus argumentos con la sombra de Aznar al fondo, mucho más cerca de la Alianza Popular de Fraga que de la derecha socialdemócrata de Rajoy.

Por su parte, el PSOE gana posiciones de manera insuficiente a costa de Podemos, que ha perdido mucho con la orillada transversalidad del 15-M en favor de un discurso reaccionario de ultraizquierda. Los socialistas mantienen un suelo considerable y seguirán siendo el partido hegemónico de la izquierda, pero ya no de España. Su influencia hoy no es mayor a la que tenía antes del 82. Esto lo sabe bien Rivera, quien de repente ha descubierto una auténtica autopista por el centro en forma del voto urbano más reticente a la política de fronteras, lo que explica el tiento con el que avanza en las negociaciones sobre el inevitable nuevo Gobierno andaluz.

De consolidarse la realineación centrista de los naranjas, tendríamos de nuevo un partido de centro fuerte al estilo de la UCD con un bloque de derechas de fuerte implantación (AP), un partido hegemónico de izquierdas (PSOE) y un partido de izquierda radical (PC), escenario más acorde a otros países descentralizados con pluralidad de partidos como Alemania, donde los acuerdos poselectorales no tendrían que pasar necesariamente por el filtro oportunista de los nacionalismos. ¿Quién dice que la Transición ha pasado completamente a la historia?

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