
Crónica personal
Pilar Cernuda
Público y privado
¿Cuántas veces has visto en tu vida a personas que se creen superiores al resto? Seguramente incluso tu mismo te hayas pillado así en varias ocasiones; de hecho, en mi caso, han sido demasiadas las veces que me he pillado altanero y engreído, sintiéndome arrogante e impertinente. Seguramente, y al menos cuando me miro a mí en la distancia, veo que existió un día un Pepe que no quería mostrar sus debilidades y les ponía mascaras y disfraces, creyendo así que podría pasar desapercibido por el carnaval de la vida.
Pasan los años y se acumula la suficiente experiencia como para permitirse hablar de uno mismo, aun pareciendo una vez más presuntuoso y falto de humildad. Pero como bien definió el apóstol San Pablo, y no haciendo precisamente alusión a la humildad, aunque yo la asocie a ella: "que cada uno piense de sí mismo con cordura". Jamás he escuchado algo tan acertado para definir la humildad, palabra que dicho sea de paso proviene etimológicamente de humus (tierra). Aprender a mirarse en la justa medida, ni menos de lo que eres, es decir, no tratarte con menosprecio o darte poco valor, pues esto es una mirada miope acerca de ti mismo; ni con una mirada hipermétrope, pues ambas son miradas distorsionadas de lo que realmente eres.
Es cierto que yo insisto mucho en mis cursos que aprendas a mirarte desde tu posibilidad, es decir, que te mires grande y sientas el héroe que eres, pero viendo, sintiendo y sabiendo que la intención de verte grande es dar espacio al crecimiento de tu ser y dejando cada vez menos espacio al ego. Cuando el ego toma lugar y quiere espacio, se siente presuntuoso, le gustan los aplausos, los reconocimientos, los elogios y el protagonismo. Tanto es así que son lo que terminan diciendo que es mejor "ser cabeza de ratón que cola de león", aunque terminen lamiendo el suelo. Comprometerse con la imagen y la apariencia en lugar de con los resultados es algo que veo demasiadas veces. En estos días le comentaba a uno de mis compañeros de trabajo como me siento cuando alguien me cuenta tras un curso cómo ha cambiado su vida. Hace años, lo escuchaba desde mi ego y me gustaba, porque me hacía sentir especial. Sentía que tenia habilidades de transformar a las personas y esto me gustaba saberlo… Le gustaba a mi ego. Hoy, cuando escucho las mismas palabras, trato de centrarme en lo que la persona escuchó de lo que dije, no en lo que dije, sino en lo que ella interpretó y cómo, desde su interpretación personal, logró dar el espacio a su transformación. Pero es algo que le pertenece a él o a ella, no a mí. Me hace feliz observar su transformación, su consciencia, su responsabilidad… Su poder.
Recuerdo cuando comencé con esta profesión o manera de vida que creía que porque había leído algo de un tema o había escuchado algo de otro, ya me sentía en la potestad de explicarlo, sin tener ni idea de la responsabilidad que ello conllevaba. Faltando el respeto así a mis alumnos, que agradeceré eternamente porque me dieron horas de vuelo. Pero evidentemente no fui demasiado humilde en ese tiempo. Creía que sabía, simplemente porque entendía algo de la teoría… Qué error tan común en este mundo de la formación y la docencia.
Hoy agradezco mucho a la vida que me haya tratado a veces bien y a veces fatal, que me haya restregado la cara por el suelo en varias ocasiones y que me hayan tenido que dejar algunos amigos. Me han convertido en lo que soy.
Ojalá y no leas estas palabras con una mirada de verme presuntuoso, pues lo que quiero y deseo transmitirte es que el coaching, la PNL, la inteligencia emocional y todo de cuanto hoy comparto en mis seminarios, ha ido puliendo y tallando lo que hoy soy. Me miro y sé que me quedan miles de golpes para alcanzar el Pepe que deseo vivir, pero hoy soy consciente de ello y me siento seguro de que estoy en mi camino, en mi sueño.
Ser producto del producto… Ese es el objetivo que debemos perseguir todas las personas que de alguna manera nos dedicamos a la feliz labor de educar, es decir de "sacar de dentro lo que ya hay".
Me gustaría dejar esta reflexión con una pregunta: ¿Estás siendo tu producto de tu producto? Si no es así, y sólo hablas de teorías, plantéate comenzar de nuevo dando el primer paso y aceptando que el primer alumno de cada día de tu vida, eres tú mismo.
La seguridad es una sensación de certeza absoluta, de convicción de lo que sabes que va a llegar… No la confundamos con la presuntuosidad, pues como dije en una ocasión, "sólo el mediocre confunde la seguridad con la presuntuosidad".
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