LA VUELTA OLÍMPICA

Francisco / Merino /

El precio de la apuesta

TAN sorprendente fue su llegada en verano como ayer su destitución a última hora de la noche. Sorprendente de principio a fin, la era de Paco concluyó de forma abrupta. Hace apenas unos días, Campanero recalcó que Jémez seguiría en el Córdoba hasta el final. "Pase lo que pase", insistió el longevo mandatario. Pues nada. Ayer, a la calle. Así están las cosas en la entidad blanquiverde, donde el miedo se puede cortar. Hay tanto que simplemente la posibilidad -cierta y fundamentada- de caer al pozo ha provocado la drástica determinación, una medida inédita en los manuales del presidente.

Paco no volverá a sentarse en el banquillo de un Córdoba al que ayer entrenó por última vez en una sesión tristona y rutinaria, una práctica en la que todos volvían a preguntarse cómo demonios se habían metido en una situación tan inquietante como la actual. Hoy, Paco Jémez tiene una experiencia más que apuntar en un expediente que todavía huele a nuevo. Todo el mundo merece una oportunidad, pero no en cualquier sitio. "Esto es un miura", dijo el cordobés apenas retornó a El Arcángel. El toro, al final, lo ha volteado sin piedad con la afilada cornamenta de los resultados -aunque el equipo no haya tocado la zona de descenso- y de unas críticas crecientes por su modo de gestionar una plantilla con carencias, pero suficiente para abordar el reto de una permanencia sin agobios. Pero, claro, esto es el Córdoba. Y aquí no se hace nada sin toque dramático. Ni ascender ni lo otro.

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