
Envío
Rafael Sánchez Saus
Planned Parenthood en la estacada
La ciudad y los días
La muerte del genial documentalista Marcel Ophüls, que ayer comentaba, es una buena ocasión para hacer una reflexión, a propósito de su obra maestra La pena y la piedad, sobre las complejas relaciones entre memoria e historia, entre la construcción de un relato manipulador y la ciencia que busca un “método racional de crítica aplicado al testimonio humano”, como entendía la historia el gran Marc Bloch. Una reflexión que tiene mucho que ver con nosotros.
En el marco de la reconstrucción nacional tras las graves crisis de los años 50 (Indochina, Argelia, la OAS, intento de golpe de estado contra el primer ministro Pierre Pflimlin ) que impuso el retorno del general de Gaulle al frente de la Quinta República, el documental encargado a Marcel Ophüls debía ser un canto a la resistencia que reforzara el orgullo nacional de Francia como heroica luchadora contra los nazis. Lo que hizo Ophüls fue documentar el colaboracionismo, hasta entonces minimizado, con una exhaustiva serie de entrevistas a ciudadanos anónimos y personalidades políticas y militares que vivieron aquellos años.
Por primera vez se abordaba el tabú de la enorme extensión del colaboracionismo y se ponía en cuestión el relato de una resistencia mayoritaria, abriendo el camino a nuevas visiones historiográficas. Fue un terremoto. “Francia no tiene necesidad de verdades, tiene necesidad de esperanza” dijo el general de Gaulle cuando el director de la televisión pública, que censuró su emisión durante una década, le consultó. Desde la izquierda Simone Veil, entonces en el consejo asesor de la televisión pública, exigió su prohibición por dar más importancia a la colaboración que a la resistencia y Sartre condenó “esta película elogiada por la prensa podrida que ignora a las masas, ataca y deforma la resistencia, blanquea a los colaboracionistas”.
Curiosas críticas a una película que denunciaba su relevante papel: “Afirmo que, sin los colaboracionistas, los alemanes no hubieran hecho ni la mitad del daño que hicieron” dijo el comunista Jacques Duclos, defendiendo la película. Pero lo que se quería era minimizarlos, si no negarlos, para construir un relato heroico que, falseando la historia, ocultara una vergüenza nacional y pusiera la manipulación del pasado al servicio de la política presente. Tomemos nota.
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