En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Aciertas alturas del curso, perder ilusiones no es algo muy normal. Es un triste privilegio. Cierto es que no todos somos iguales, por fortuna, y que los hay descreídos teniéndolo tó como María de la O, que los hay quemados como pipa de indio con mayor o menor motivo, pero los hay que se asombran o encantan por cualquier cosilla un par de veces al día. Prefiero a éstos, a los aniñados. Y si no hay más remedio que volverse un poco cínicos, que al menos sea riéndote. “No me cuentes penas, cuéntame alegrías (bis), que yo bastante tengo con las penas mías”, escribió acertadamente un rapsoda de la Marisma.
Veo ahora la paleta de azules y verdes en líquido movimiento, a veinte metros de donde me refresco el gaznate, y recuerdo al aguafiestas de la radio nocturna que el otro día agredía con gran ciencia a la audiencia, a sus pequeñas ilusiones y a su gran corazón no del todo encallecido. Desvelando, el muy sabio de él, que el agua del mar no es más bonita o colorida en, pongamos por ejemplo, Grecia porque sus islas estén tocadas por una suerte dionisiaca o, sin ponernos tremendos, geográfica: qué va, es por no sé qué refracciones de los rayos del sol y los transportadores de ángulos de ellos, sus absorciones y dispersiones, y alguna complicidad de sus parientes geodésicas. Pero ni los Reyes son los padres, ni el color del agua de los mares es prosaica ciencia. Me opongo.
No está ya uno para pellizcos en el píloro de las emociones valiosas. Con lo caras que están, y con la calorina que hace. Por fin soy negacionista de algo yo también, ¡yuju! ¡Mopongo!, como decía en anáfora mitinesca nuestra vicepresidenta primera –al parecer, ministra de Hacienda a tiempo parcial— sobre la oposición. En este plan: “¿Que los Reyes son los padres? ¡Mopongo! (...) ¿Que la vibración tonal del agua marina no es belleza, sino apariencia? ¡Mopongo!”. Conste que no es sólo que lleve a gala yo el hablar andaluz, sino que no tengo ya remedio, y seseo por herencia de mi madre y mi abuela, nacidas en la Sierra Morena sevillana lindante con Badajoz y Córdoba. A terroristas del habla española nos ganan la mayoría en este país. En fin, que sí, que yo también mopongo a que el color del mar no sea el color del mar, sino un artefacto cualquiera de las leyes de la Física. Mopongo toa, como diría María Jesús con su libertina prosodia.
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