Brindis al sol
Alberto González Troyano
Mejor por escrito
Armas blancas, bates de béisbol, material pirotécnico y las sillas de los bares convertidas en armas: los aficionados radicales del Betis y la Fiorentina se encontraron no casualmente en la Alameda. Unos días antes los del Barcelona se entretuvieron en vandalizar la Plaza Nueva y la de San Francisco. Las informaciones deportivas suelen condenar estos incidentes a la vez que los minimizan como algo ajeno al fútbol. Tienen y no tienen razón.
Ajenos al fútbol no son estos radicales. Estas broncas forman parte de él. Minoritaria, por supuesto, porque si fuera mayoritaria sería una guerra civil cuando las enfrentadas fueran aficiones de un mismo país o mundial, si lo fueran de equipos de países distintos. Que los antes llamados hinchas –apasionados, pero tan pacíficos como aquel Pepe el hincha que Peñarroya creó para el Tío Vivo– y después hooligans, ultras o radicales forman parte del fútbol está claro. Antes y después de una función de teatro, un concierto o una película los aficionados no quedan para pegarse. Algo hubo, en el pasado. Entusiastas y detractores se liaron a mamporros en el estreno parisino de La consagración de la primavera en 1913 y su autor, Stravinski, armó un lío considerable cuando en 1929 afirmó en una conferencia en el Ateneo barcelonés la superioridad de Verdi sobre Wagner, cuestión candente en una ciudad wagneriana (sólo teórica o ideológicamente porque la realidad nos dice que la las dos óperas más representadas en la historia del Liceo son Aída y Rigoletto) en la que los partidarios de uno u otro ya habían llegado a las manos. Pero en ninguno de estos casos se citaron para pegarse ni se echaron a las calles con armas blancas, palos y bengalas arrasando las terrazas de los cafés.
En lo que sí tienen razón quienes exculpan al fútbol es en que el deporte es una excusa para que las malas bestias se armen, se citen, se peleen y vandalicen. Se corresponden a las malas bestias que lo hacen con excusa política, ya sea esta antisistema, separatista o totalitaria de derechas o de izquierdas. Los fasci italiani di combattimento o las Sturmabteilung (SA) son ejemplos de su organización política de partido y los vándalos separatistas o antisistema que arrasan las ciudades en sus violentas manifestaciones lo son de su relativamente espontánea actuación. En todos los casos, sea cual sea su excusa, malas bestias.
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