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El acento
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes, á quienes hizo presa de perros y pasto de aves -se cumplía la voluntad de Júpiter- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles." Con este párrafo comienza la famosa Ilíada, el poema de Homero que narra 51 días de la parte final de la guerra de Troya. El asunto viene porque la peste que devasta al ejército griego está llevando a la muerte (Orco) a multitud de soldados y Aquiles está convencido de que el enfado de los dioses es debido a una acción inmoral del jefe Agamenón, culpable por tanto de la desgracia. Es por eso una ira o cólera producto de su indignación ante la injusticia: soldados inocentes muriendo de manera arbitraria a causa de un grave desliz de su dirigente. Lo que después confirma Calcas, el mejor de los augures.
En el principio fue la ira, esta ira de Aquiles, que es la primera palabra de Europa, a juicio del filósofo alemán Peter Sloterdij: la ira y la indignación han sido una piedra angular, dice, del continente, y con él, de todo el mundo occidental. Pero la ira no como una expresión caprichosa o de mala gana, no una ira producto del malhumor. Antes al contrario, una cólera reivindicativa, como resultado de la visión de la injusticia. Así ha funcionado Europa, tratando de dar respuesta política a esa demanda mediante sistemas como la democracia y las instituciones. El problema que ahora se está planteando, viene a decir, es que antes la izquierda gestionaba las exigencias de justicia social y promovía el cumplimiento de las demandas colectivas pero "ahora no hay un banco mundial de la ira", la gente tiene que guardar bajo la almohada su cólera y su ira, sin que nadie la atienda.
De todas maneras, con la evolución social; la mejora (relativa en algunos casos pero mejora al fin y al cabo) de las condiciones materiales; y otras circunstancias vitales y políticas (incluido el olvido de las guerras mundiales y la desaparición por derribo de las utopías) se han generado entre los europeos tales transformaciones ideológicas que hemos pasado a unos miedos generalizados, miedos que, como dice Joanna Bourke, es de todas las emociones la más fácil de estimular, y que están condicionando nuestra visión del mundo. ¿Acaso es el final de la ira y cólera de Aquiles?
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