Manuel Menduiña

La información en medicina

El almiquí

Se repiten las quejas acerca de la poca o ininteligible información que damos los médicos al propio paciente

17 de marzo 2024 - 00:15

Hace unos días una amiga me decía que su madre, que había estado ingresada por una enfermedad grave en un hospital de nuestra ciudad, había sido muy bien atendida, tanto por el personal sanitario como por el de servicios. Sólo tenía una queja: la información que diariamente le daban los médicos. Ellos y ellas no dedicaban ni 3 minutos a hablar sobre la evolución, las nuevas pruebas que se iban a solicitar o las expectativas que tenían acerca de la mejoría de la enferma. Además, aunque simplificando, utilizaban algunos tecnicismos médicos que ella no entendía. La semana pasada otra paciente se quejaba de que había salido muy decepcionada de la consulta de un especialista. Después de más de un mes de espera desde que su médico de cabecera la derivara a este, la consulta se solventó en no más de 5 minutos, y al salir de allí me contaba que no le habían dado ninguna explicación, ni juicio clínico sobre lo que le podía estar pasando. Y es que a lo largo de mi vida profesional he comprobado cómo se repiten, una y otra vez, estas quejas acerca de la poca nula o ininteligible información que damos los médicos al propio paciente o a sus familiares. Además, muchas de las explicaciones que damos están plagadas de tecnicismos, que proferimos como si estuviéramos hablado con otro profesional médico. Y peor aún, en otras informamos de situaciones graves a pie de la cama del paciente, sin percatarnos de que él o ella están escuchando el pronóstico, a veces ominoso. Otras veces damos la información médica en los pasillos y en sitios poco o nada adecuados. Bien es cierto que a menudo lo hacemos inconscientemente, debido a las prisas, apremiados por la gran presión asistencial a la que estamos sometidos diariamente. En alguna ocasión anterior he reclamado a mis compañeros, y en general al personal sanitario, la necesidad de tratar a los pacientes con sensibilidad, paciencia, respeto y una gran dosis de amor; algo obvio, dado que trabajamos con seres humanos que sufren; pero creo que además es necesario dedicar un tiempo a dar una información certera, dosificada según el momento, serena y con un lenguaje sencillo, comprensible y siempre adaptado al nivel cultural de nuestros enfermos y sus familias. Este también es un signo inequívoco de calidad asistencial y de humanización, ahora que este término está tan de moda.

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