Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
La tele encendida en el salón común a la hora del telediario, que abre sus titulares con el próximo juicio al fiscal general del Estado, los dardos del ministro Bolaños a los jueces o la declaración de Begoña Gómez. Observo las caras y cada uno a lo suyo, la tele es un ruido de fondo. Nada que ver con los gestos embelesados y angustiados de este agosto pasado en el comedor. Las imágenes del fuego devorando los montes y las casas de este país tenían el poder de dejar a la audiencia en silencio. Ni el tintineo de las cucharas en el plato se escuchaba por momentos.
Ahora, esos minutos centrales de información ya no están dedicados al campo y regresan a los despachos, las moquetas y las declaraciones de los que mandan, sin la fuerza de las palabras que salen del corazón. Ya lo pronosticaban aquellas gentes, las que abatidas por el esfuerzo de la lucha contra el fuego o por la pena de la pérdida sacaban fuerzas para atender a los medios de comunicación porque sabían que en muy poco tiempo ya no estaríamos allí para escucharlos.
Sobre ese sonido de fondo de la tele, el ruido de los platos y las conversaciones dispares de los comensales sobresale una voz que dice: “Se acabaron los fuegos de verdad y ahora llegan los incendios de siempre”. Los de la política, quiere decir. Y los judiciales, que ya forman parte de la misma hoguera. Lejos de los detalles de cada instrucción judicial que afecta a la política o de cada declaración política que atañe a los magistrados, los ciudadanos captan que vivimos en un país donde todo es una gran pira institucional. Ya ni siquiera se pueden estremecer al ver a los niños moribundos en Gaza sin miedo a crear polémica. Y si acaba el telediario y empiezan las bicis, también es difícil echar la tradicional cabezadita porque pasan cosas que nada tienen que ver con el deporte, cuestionables, pero que nos hacen pensar.
El deterioro de la imagen que los ciudadanos tienen de los poderes del Estado es patente y sus protagonistas se empeñan en echar más leña a ese fuego cada día. ¿Cómo podemos normalizar que el presidente de este país se vaya a un medio extranjero con difusión mundial a cuestionar a los jueces españoles? Que haya magistrados cuya labor sea cuestionable no justifica que el máximo dirigente del Estado encienda una cerilla y le meta fuego a todo el poder judicial. Y en el otro lado, la oposición, con los Tellados de cada día y el bidón vertiendo gasolina a golpe de demoscopia. El humo ya nos ahoga a todos.
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