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El pasado 28 de abril a las 12:33 se produjo uno de los múltiples “acontecimientos históricos” que por desgracia nos acompañan en estos últimos tiempos. La caída de suministro eléctrico que afectó a todo el país nos mostró cuán frágiles somos y nuestra dependencia absoluta de la tecnología. La sociedad se paralizó y, aunque la luz volvió a nuestros hogares en un tiempo razonable, este hecho nos ha dado un primer aviso sobre la realidad en la que nos desenvolvemos.
No seré yo quien analice las causas del apagón, ya que ni tengo ni los datos ni el suficiente conocimiento para analizarlos si dispusiera de ellos, pero sí me surgieron algunas reflexiones que quiero compartir con ustedes.
Casi sin darnos cuenta, nuestra vida está fuertemente condicionada por algoritmos, construcciones matemáticas que permiten realizar múltiples tareas y que nuestra ciencia diseña, elabora y optimiza para que nos hagan, en teoría, la vida más cómoda.
Un algoritmo, diseñado para salvaguardar nuestro sistema eléctrico, decidió que había que apagar el sistema. Esa actuación autónoma, basada en el análisis de una cantidad ingente de datos, se escapó al control humano y, por ahora, somos incapaces de saber exactamente por qué ocurrió.
Otros muchos algoritmos, sin darnos cuenta, toman diariamente decisiones por nosotros, pero ¿quién controla esos algoritmos? Actualmente, está de moda hablar de la Inteligencia Artificial (IA). Nos venden IA por todos los lados.
Realmente una IA no es más que un conjunto de procedimientos matemáticos, más o menos complejos, implementados en grandes ordenadores con una enorme capacidad de cálculo, que aprenden de la enormidad de datos disponibles hoy en día.
La investigación científica busca siempre ampliar el conocimiento, depende del ser humano el uso que se haga de él. La IA se fundamenta en complejas estructuras matemáticas que puede utilizarse, por ejemplo, como herramienta para detectar enfermedades antes de que aparezcan los síntomas y así poder realizar una atención temprana o para diseñar un sistema de defensa carente de toda connotación ética (imaginen las consecuencias).
El apagón ha sido un aviso y quizás muestre ese punto de la luz a lo lejos de lo que nos podría pasar en el futuro si el ser humano delega sus decisiones en los algoritmos sin control alguno.
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