RESULTA que tenemos una ruina en lo alto de esas que quitan el sueño (y más cosas) a la mayoría de los humanoides; el trabajo a casi cinco millones de los susodichos terrícolas (y los que vengan); y las posibilidades de supervivencia de miles y miles de empresas en todo el territorio nacional, unas, en situación de quiebra; otras, con el mismo rumbo.
Ante la desesperada situación, he aquí que nuestros iluminados responsables de la cosa pública (perfectamente coordinados en esta ocasión y sin la menor idea de cómo sacarnos de la crisis en la que nos han metido) sí tuvieron, sin embargo, la iluminada ocurrencia de inventar, y orquestar, un gravísimo conflicto(?), también de ámbito nacional, con el que entretener al personal: la utilización del velo islámico en los colegios. Como si no hubiera otros muchos asuntos pendientes de una solución de manera inaplazable.
A mi juicio, la ocurrencia, el problema, no es más que eso que en la terminología política iletrada denominan eufemísticamente cortina de humo, pero que dicho en Román Paladino no es más que una sonora golfada -una más- de una cuadrilla de vividores e ineptos, con una doble finalidad: Por una parte, crear, una vez más, un enfrentamiento inútil en la sociedad actual. Por otra, procurar que la opinión pública se olvide de los auténticos problemas de supervivencia a los que cada quisque debe enfrentarse cada día y, así, evitar las merecidas críticas a los necios gobernantes que están hipotecando las generaciones actual y venideras.
Los velos son dignos de toda consideración y respeto. Pero traen al pairo a quienes sufrimos las consecuencias de la desastrosa actuación de los poderes públicos y somos víctimas de la situación ruinosa en la que nos han ubicado. Es decir: la polémica, cuidadosamente elaborada por acción y omisión, importa un bledo a quien tiene que buscarse las alubias cada día.
Pero deja al descubierto, con todo lujo de detalles, los ingredientes que han hecho posible que prosperara: una alta dosis de ignorancia y un cinismo cuasi patológico.
Porque sólo desde la ignorancia -y una alta proporción de mala fe- es posible entrar al trapo de la golfada a la que aludo, pasando olímpicamente de los verdaderos problemas que nos afectan.
Pero, además, supone un cinismo descarado de quienes defienden, con uñas y dientes, el uso del velo (en los colegios y donde sea), y a continuación no tienen inconveniente en pronunciarse, y hasta exigir, la retirada de los crucifijos de los centros de enseñanza y de donde se encuentren.
Estos comportamientos, de ignorantes y cínicos, no están exentos de cierta peligrosidad social. Dan hasta miedo. Pero esto importa un bledo a los creadores de enfrentamientos sociales. Al contrario: los promueven.
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