
Juan M. Marqués Perales
Sánchez, con razón pero de modo temerario
La Rayuela
Es un ejercicio imaginario que nos propone el magistrado Miguel Pasquau para analizar lo que ocurre en nuestro país desde la distancia. En lugar de pensar en nosotros y España, juzguemos lo que ocurre aquí como si se tratara de la lejana tierra, más bien imaginaria, de Sildavia, donde no hay desiertos ni falsa pasión, como dice la canción. También es la tierra de Tintín, salida de la imaginación del belga Hergé. El mundo del cómic me parece mucho mejor encuadre para los últimos acontecimientos de actualidad, como el vodevil en que se convirtió ayer la comparecencia pública de Leire Díez, que niega ser la fontanera de nadie. Sólo es una periodista que investigaba para escribir su libro, decía ella antes de ser interrumpida y salir huyendo de otro personaje propio de Sildavia, el empresario Víctor de Aldama.
En su nuevo libro, El oficio de decidir, el magistrado de la Sala Civil y Penal del TSJA disecciona de forma honesta y valiente –porque utiliza la primera persona del singular y en muchos casos la del plural– su trabajo, sus dudas y debilidades como juez, la situación del poder judicial en relación a otros poderes del Estado o la influencia en su tarea de los medios de comunicación. A la pregunta de si hay lowfare en España responde que sería mejor cuestionarse si disponemos de los recursos para impedirlo o minimizar sus riesgos. “Los jueces no son independientes, están obligados a serlo”, que no es lo mismo. Le preocupan los instructores empoderados en exceso, a los que llama “francotiradores” o “iluminados”, pero cree que es un problema anecdótico –porque el sistema garantista puede corregirlo después– en comparación con el riesgo de los entornos ideológicos en la judicatura o la “tragedia del deterioro” del Tribunal Constitucional.
La idea de mirar todo esto como si ocurriera en el plano abstracto de la tierra inventada que nos propone Pasquau (quien no escatima en anécdotas sobre políticos o jueces corruptos cuyos nombres no cita pero se intuyen) puede servirnos también para intentar digerir el surrealismo que vivimos cada día al conocer nuestras cloacas, con fontaneras políticas que buscan pruebas de la corrupción policial y ofrecen los servicios de fiscales dispuestos a viajar a Dubai. Y mañana será otra cosa, porque el tiempo pasa tan rápido en Sildavia...
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