
La ciudad y los días
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La Rayuela
El fundido a negro fue colectivo. Todo el país se vio afectado por el apagón en el mismo instante, a las 12.33 horas del 28 de abril, pero la recuperación del fluido eléctrico y de la comunicación digital no siguió un patrón homogéneo, con diferencias de más de 20 horas. Es decir, que hay puntos del norte de España en los que recuperaron la normalidad a la media hora escasa y otros, como algunas zonas del sur, donde no regresaron al siglo XXI hasta bien entrada la mañana siguiente, casi 24 horas después. La mayor parte de las ciudades andaluzas y sus conurbaciones tampoco salieron de la oscuridad hasta la madrugada, muchas horas después que otros núcleos del país. La desigualdad se traduce en muchos millones de euros de pérdidas, más allá de las molestias y el impacto en la vida de la gente.
Sabemos que el desfase no es caprichoso. Suponemos que no hay un señor de negro que decidía dónde sí y dónde no porque tiraba un dado al azar o por intereses conspirativos. Se nos ha explicado, y se entiende, que la reactivación se fue propagando conforme las conexiones con los países vecinos de Francia y Marruecos, la malla de redes y las centrales hidráulicas lo fueron permitiendo. Pero esto no evita que nos preguntemos por qué estamos tan mal preparados y por qué siempre son los mismos los que más sufren los problemas.
Hay una anécdota que resulta elocuente para entender alguno de los motivos por los que tardó tantas horas en regresar la luz a los hogares que dependen de las subestaciones de Granada, Jaén, Almería y Córdoba. Endesa tiene unos telemandos para volver a encender esos centros de transformación, pero las baterías sobrepasaron las horas previstas y no sirvieron. Por tanto, hubo que esperar a que el personal se desplazara a cada instalación para reiniciarlas.
No hay más que ver el mapa de la red eléctrica de España para comprobar que existen ciertos páramos donde las líneas son escasas y aisladas. La España vaciada no es solo un concepto que tiene que ver con la densidad de población, también está vaciada de infraestructuras, sistemas, servicios públicos e inversiones que hacen inviable revertir la situación. Imaginen a ese nómada digital o esa empresa que al calor de las políticas y los reclamos públicos decide instalarse en Baza o Cabra. El lunes tuvo que sentarse a escuchar los grillos hasta la mañana siguiente, muchas horas después que sus compañeros o competidores ubicados en otros puntos de España.
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