Perplejo votante de mis entretelas: comparto contigo esto que vengo pensando a propósito del no-debate, del debate, de los dos. Cuando en política se habla durante una semana de esto, es que el fondo del asunto es para asustarse. No tiene sentido alguno que nos hayamos tirado tantos días con el debate del debate. No lo tiene porque en una democracia madura la mera impresión de rehuirlos tendría un castigo tremendo para el remolón. Con todo, aquí las cosas son algo distintas. El debate es un elemento crucial en las campañas políticas occidentales desde que Kennedy ganase a Nixon por la tele, aunque le dieran perdedor en la radio. Tanto cambia las percepciones. Por eso, cuando uno no lidera las preferencias pide debatir a dos, a cuatro o a dieciséis y cuando se está en el machito valora menos su participación. El debate puede hacer perder puntos a quien va ganando e incrementar las opciones de quien lo sigue. Lo realmente extraño de todo esto es que el partido del gobierno, que nos repite ser el muro de contención de Vox, que es el ausente y ahora volveré sobre eso, eligió el debate con Abascal porque en sus cuentas le beneficiaba repetir la torpísima foto de Colón de los demás salvo Podemos. No fue por bien de la democracia y el pluralismo, sino por la contribución a su buchaca (alimentar al bicho es una apuesta arriesgada que deberías tener en cuenta).
La Junta Electoral se cargó la participación de Vox y Sánchez optó por TVE que cambió la fecha prevista del suyo, desde el inicio sin Vox, para plegarse al presidente. Alguien con luces, que aún debe haber alguno por ahí, en la tele y en el PSOE, recapacita y corrige. Así que de los debates en el aire a dos seguidos. ¡Divertida y pizpireta España pendular!
La peligrosa estrategia plebiscitaria de estas elecciones nos puede dar más de un disgusto, porque por los intereses cortoplacistas de ganar como sea están situando como fuerza más que emergente a un extremo del dibujo político del país que con estas tonterías gana apoyos sin desgaste para buscarlos; ya se desgastan los demás. A eso juegan, a quemarse con el ausente, pretendiendo quemar al contrario: para alucinar.
Ganar como sea, te decía, porque de fondo, poco, poquito. Haz que pase, valor seguro, vamos, la historia la escribes tú, España viva… un discreto ejercicio mercadotécnico para tapar la casi total ausencia de propuestas. Han sustituido la oferta política por una suerte de mesianismo personal de los líderes que, permíteme, no valen un duro. Vótame para que lo haga yo, lo que sea que vaya a hacer, qué más te da, mientras sea yo y no sea el otro. Y tú sin decidir con este panorama porque esperas respuestas a preguntas más complejas que si quieres que se vayan o que no vuelvan. A ver si esta semana te aclaras. Mientras, toma aliento, amigo, y sigue bien, a pesar de todos nosotros.
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