La vuelta olímpica

Francisco / Merino

El 'campanerismo'

19 de marzo 2008 - 01:00

EL tiempo dirá si Campanero patentará un estilo de hacer las cosas que dote de una identidad propia al Córdoba del futuro o si, de modo irremediable, sus formas se irán con él allá por el 2010 "si antes no lo piden la afición o Pepe Romero", matizó el longevo mandatario, que ayer puso fecha a su adiós en una comparecencia de prensa en la que una farragosa retahíla de datos archisabidos no solaparon la hondura emotiva de la cita. El último hombre de fútbol -82 años le contemplan, con más de medio siglo de vinculación al club cordobesista- anuncia su retirada. Habrá quienes lo lamenten. Otros se alegrarán. Pero todos, sin excepción, le guardan el respeto que se merece quien es capaz de escapar con gallardía de la tentación del populismo, para otros -la mayoría, aquí y en todas partes- irresistible.

El campanerismo ha sacado al Córdoba de más de un apuro. Ayer, el gran gurú de una filosofía de apariencia trasnochada, pero tremendamente eficaz -austeridad económica y apuesta por talentos desconocidos para su revalorización en el mercado-, se despachó ante los medios de comunicación con una síntesis de su catecismo futbolístico. Que se diferencia de otros en que sus planteamientos son más bien ásperos, de difícil digestión para esas aficiones pidonas y enloquecidas -afortunadamente, la del Córdoba no lo es- que se ponen a tono cuando sus clubes se gastan lo que no tienen en presuntas figuras llegadas desde cualquier punto del orbe, entrenadores con más pasado que porvenir y salvapatrias de despacho que manejan el dinero ajeno con total desvergüenza. Las recetas de Campanero son las de toda la vida. No las más ricas, pero sí las que más alimentan y las que garantizan el crecimiento.

CON PAPELES. Llegaba Campanero bien documentado, como si fuera a un debate político o como si tuviera que justificar las evidencias. Recordó que en el Córdoba había una media de tres entrenadores por temporada, que el nivel de gastos llevaba a la entidad a la ruina más negra y que había que invertir esa horrible tendencia para sobrevivir. "Seguir en Segunda es importantísimo para el futuro", dijo. Desde el fondo de la sala de prensa, los directores general y deportivo, Rafael Rojas y Emilio Vega, escucharon cómo Campanero desmenuzó ingresos y gastos, relató los pormenores de algunos fichajes frustrados y ponderó el valor de una plantilla "unida como nunca". Ellos, Rojas y Vega, son campaneristas. O sea, supervivientes.

ASCENDER ES ESTO. Empatar es mejor que perder. Subir también es no bajar. En ésas andamos en el Córdoba, que vive una reconstrucción interna apabullante y se esfuerza por encontrarle el gusto a lo que en otros tiempos hubiera sido una situación intolerable. Campanero sacó la escoba de espantar fantasmas y se cargó unos cuantos: resaltó que Paco Jémez seguirá en el banquillo hasta el final y que su continuidad se debatirá, "al igual que la de los jugadores", cuando "el equipo tenga la permanencia garantizada".

¿POR QUÉ AHORA? Le han dicho que se marchara sus amigos -"házlo ahora, después de ascender"- y sus enemigos -"algunos señoritos que se acercan al palco a insultar y que me dan pena y vergüenza"-, pero él se ha ganado el derecho a poner fecha a su despedida. A dos años vista, pretende preparar a su sucesor para que este Córdoba alcance el sueño de llegar a su cénit y al ascenso "en seis o siete años". Ahí se emocionó. "Eso a mí no me va a coger ya...".

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