Carlos Colón

¡Viva la ignominia burguesa!

La ciudad y los días

Una colección de obras de Alejandro Dumas se une en los quioscos a la reedición de los Holmes de Conan Doyle

14 de enero 2024 - 00:15

En su recomendable artículo De buena voluntad Félix de Azúa carga contra la condena pedante de cuanto hace disfrutar a muchos: “En estas pasadas fiestas hemos visto tsunamis humanos gastando lo poco que les deja el Estado de Sánchez con una alegría contagiosa. El espectáculo confortaba al ver cómo la gente supera a la penuria y toma cualquier excusa para salir, pasear, mirar los escaparates, llevar a las criaturas en los hombros, dejar que corran los niños entre los agitados perros, armar bulla y creer por un tiempo que el mundo está bien hecho. En justa correspondencia, las ciudades se iluminan con millones de bombillas gracias a los municipios que comprenden esa infantilización positiva. Por unos días, todos volvemos a ser niños. Menos esa minoría reprimida, puritana y represora que no tolera la alegría ajena, simplemente porque consideran que la alegría es burguesa, o sea, facha” (The Objective, 30-12-23).

También la cultura lo sufre: “El rechazo –escribe Azúa– llega a las grandes ventas de algunos libros. Aquellos que pasan de los 5.000 ejemplares quedan marcados por la ignominia burguesa”. Y se queda corto. Porque este prejuicio es tan antiguo como el surgimiento de las grandes industrias editoriales y este desprecio afectó a Balzac, a Dickens o a Galdós. Por no hablar del imbatible Dumas que estos días se ofrece en los quioscos en una colección de Planeta DeAgostini junto a la reedición de los Holmes por RBA.

Mucho se ha escrito del rechazo de las editoriales a las obras innovadoras –siendo el caso de Proust el más conocido: “por más que me devano los sesos no acierto a ver por qué alguien necesita treinta páginas para describir cuantas vueltas da usted en la cama antes de dormir”, le dijo un editor–, pero poco del rechazo crítico que suscitan las obras que venden miles de ejemplares. Algo que también afectó al cine, Ford, Hawks, Wyler o Hitchcock incluidos. Tiempo hubo en el que el éxito de taquilla, el cine de género o los grandes formatos equivalían a condena de la crítica. “Solo me perdonarían si volviera a hacer películas en blanco y negro” dijo David Lean en la famosa comida con críticos neoyorquinos –entre los que estaba la poderosa Lady Vinagre, como la llamaba Norman Mailer, Pauline Kael– tras la que, harto, dejó el cine durante 14 años. “Lamento el éxito y los Oscar” dijo Wyler tras Ben-Hur. Había incurrido en la “ignominia burguesa”.

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