Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Vindica te tibi

La experiencia vital de cada uno se mueve en una dimensión cualitativa y personal que debe ser usada para uno mismo

Son los clásicos el culmen de la modernidad o somos, en nuestra pretendida modernidad, una sociedad de pensamiento antiguo? Como siempre he defendido que, en la música, no hay nadie más moderno que Mozart, empiezo a pensar que quizá sea así. O bien, que más que avanzar en línea recta hacia un objetivo utópico y desconocido, la Humanidad se mueve como una noria recogiendo y devolviendo en sus cangilones, ideas muy similares que además de irse sustituyendo como dominantes, sólo se van matizando y desarrollando, con mayor o menor profundidad, calidad y éxito. Pero sin abandonar unos principios básicos asentados en lo más profundo de nuestra memoria colectiva, referidos a la vida, la libertad o la propiedad. Volver la vista a los clásicos nos produce una sensación de frescura difícil de encontrar entre el ruido informe de tanto pensamiento mediocre que pretende hacerse pasar por novedoso.

“Vindica te tibi” es el consejo que da Séneca a Lucilio en una de sus Cartas morales. Cuán importante es esa idea de reivindicarse a uno mismo. De sentirse dueño de su propio destino. Y le exhorta a recoger y guardar ese tiempo suyo que hasta ahora le arrancaban, o le hurtaban o simplemente se le iba sin saber cómo ni por qué. Con qué exquisitez nos recuerda el filósofo cordobés algo que ya expresaba en su De brevitate vitae, la fugacidad del tiempo que se escapa entre las manos y el uso parsimonioso que debemos hacer del mismo si no queremos que el resumen de nuestra vida sea una página en blanco. Debemos redimir a la humanidad de la bajeza moral de pasar por el mundo como una alimaña, pero también como una estrella fugaz que no deja más que un leve rastro en la memoria. Porque el tiempo, la experiencia vital de cada uno de nosotros, se mueve en una dimensión cualitativa y personal que debe ser usada para uno mismo y para los demás. Pues no hay desperdicio más vergonzoso que el que ocurre por propia negligencia o por la pésima influencia de las masas, entretenidas siempre con panem et circenses, a las que el filósofo nos insiste en evitar.

La vigencia del pensamiento de Séneca sorprende. Lo leemos dos mil años después y parece que seguimos sin saber disfrutar de la vida. Sin separar el trigo de la paja, lo fundamental de lo accesorio. Todo el tiempo que hay tras nosotros pertenece ya al recuerdo. El futuro es una incógnita y el pasado una certeza; sólo disfrutaremos el presente aferrándonos a cada hora

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