Mi amigo Pi, cuyo Trescatorce adorna los sábados de este mismo periódico, me devuelve las felicitaciones que le hago por cualquier fiesta religiosa o pagana, sea cual sea la extracción concreta que convoque el sincretismo militante que profeso, con una frase que no es suya pero que no se entiende en el marco de mi mundo si no la dice él. Verbigracia: si es Navidad, sarandonga; si es Jánuca, sarandonga; si es el día internacional de los mastuerzos de Babilonia, sarandonga. Pi no transgrede, retrata. Lo que pasa es que la imagen de nuestro retrato, en estos tiempos de pandemia (nueva), miedo (intermitente), y estupidez (perenne), si merece la pena, o es transgresora o no es nada.

Hablando con él, justo para felicitarnos, cagándonos ambos en todas las mulas del mulero tuerto que nos miró para regalarnos este año trincón y traicionero, me lo recordó. Al carajo se han ido las reuniones familiares, de amigos y de mediopensionistas, sustituidas en el mejor de los casos por este verse sin tocarse a través de una pantallita, por esto de hablarse para lamentar la ausencia del encuentro, por mascar la rabia de la contención convenciéndonos de lo necesario que es reprimirse para no perder el aliento de una esperanza venidera.

Yo recuerdo que, astuto como una paloma, saludé al 2020 jugando con su redonda musicalidad fonética, que en andaluz además suena más. Un año chulo, apunté, no puede ser de otra manera. Y nos ha tocado esto. Con todos sus días. En sus finales, apuro los ratos que restan para finiquitarlo y tirarlo a la basura. Como todos.

Su billete de ida ha entrado por Guadalajara. Y lo manda la ciencia, única certeza de que alguna razón existe aún para desterrar cualquier vocación suicida previamente criminal. La ciencia. En tiempo récord ha desarrollado vacunas que alimentan la idea de poder recuperar cierto control de presencia en nuestra vida sin necesidad de salvoconductos. Sé que no será inmediato, sino gradual, pero la mera posibilidad de que 2021 tenga verano me hace creer en la primavera.

No me ven, pero acabo de chasquear la lengua. Lo he hecho porque para un montón de gente que no conozco ya no llegará nada, porque los héroes de esta crisis (que han dado el callo en los hospitales, en las escuelas, en los campos o en los camiones) ya no tienen quién les aplauda, porque (detrás de las mascarillas que nos embozan) todos mascamos un trocito de la tragedia compartida. Porque falta napalm, como dice Pi, a cascoporro, para tanto capullo suelto con pretensiones. Porque resistir ha sido el triunfo corto al que hemos podido aspirar. Se va. En tres días. El cuarto no será automáticamente mejor, será solo el primero de un año nuevo, que esta vez necesitamos como agua de mayo. Han aguantado. Hemos. Insistan. Que lo venidero traiga, al menos, un arroz con bacalao.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios