Crónica Personal

Preocupación máxima

Ojalá sea cierto que el futuro de los palmeros va a ser una prioridad, pero hay motivos para el escepticismo con estos políticos

Ha ocurrido lo que más se temía: la llegada de la lava al mar. Más destrucción sobre la destrucción, más dolor sobre el dolor de las centenares de familias que se han quedado al albur de las ayudas que les ofrezcan las autoridades, que desgraciadamente son expertas en promesas y no tanto en concretarlas en tiempo y forma. Los ríos de lava han llegado al mar. De momento han creado un delta que cambia la fisonomía de la isla, pero lo que preocupa por encima de todo es que se haya adentrado en el mar, porque todo el mundo conoce sus consecuencias. Los expertos llevan días explicando qué puede ocurrir en la isla de La Palma: vapores mortales, litoral envenenado, fondo marino aniquilado durante años y desastre medioambiental que no se sabe cuánto tiempo tardará en paliarse, y en ningún caso será en su totalidad.

Hay datos que no se van de la cabeza: la marea de lava en algunos puntos se eleva hasta 50 metros sobre el terreno. Bajo esa montaña ardiente hay viviendas, escuelas, iglesias, negocios que nunca verán nuevamente la luz. Lo que ocurra cuando ese monstruo de roca se adentre en el mar es difícil de prever con exactitud, pero se puede adivinar: tsunamis de magnitud inquietante, gases que se trasladarán de un lado a otro y aguas contaminadas. Negro futuro para La Palma, para Canarias y para toda España.

El Gobierno central y el canario están dando la talla en estos primeros días, pero la preocupación se centra en cómo se va a abordar el problema en el futuro. Los millones iniciales, 27 si se suman los aprobados por los gobiernos central, autonómico y cabildos, es una cifra irrisoria, aunque se insiste en que están destinados solamente para ofrecer productos de primera necesidad a quienes han perdido todo. Ojalá sea cierto que el futuro de los palmeros va a ser una prioridad, pero hay motivos para el escepticismo porque los españoles son muy dados a las promesas más que a los hechos.

Que no haya víctimas mortales no alivia la inmensidad de la tragedia, que la agranda la sensación de que los dirigentes de los partidos, tanto de los que gobiernan como de los que no, una vez realizadas las visitas a la isla parcialmente devastada, han vuelto a su actitud habitual de pensar más en sus intereses políticos -asegurar las alianzas, ampliar el espacio electoral, negociar leyes en algunos casos irrelevantes pero que las exigen los socios, apaciguar tensiones internas- que en promover iniciativas que son fundamentales para los palmeros: garantizar que tienen futuro. Que su vida importa.

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