Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Podemos puede?
A propósito de la publicación anterior -en la que aludíamos a las… "faltas, erratas, gazapos" ortográficos con las que topamos con más frecuencia de la deseada-, el autor de la misma tuvo el honor recibir algunos mensajes de una asidua -y muy culta- lectora, dotada -además- de una larga experiencia en las enseñanzas de lingüística. Dice: "Deseando que llegue la siguiente edición. Me has dejado con la miel en los labios".
En efecto, veníamos aludiendo a algunas "faltas, erratas, gazapos"… de naturaleza ortográfica: Entre otros, aludíamos a los términos "señor", "don" y a expresiones formadas con ambos vocablos. Sin embargo, nada hemos referido en justificación de la "vulneración" de las referidas reglas.
Pero, en todo caso, la utilización errónea de los términos "señor" y "don" trae causa -insistimos- de un sistema educativo plagado de las deficiencias que referiremos en una próxima edición. Pero, en general, utilizamos el apelativo "don" ante nombres; el término "señor" lo venimos aplicando ante los apellidos.
Por otra parte, nos parece que la utilización conjunta de los términos "señor" y "don" (Señor don) resulta pleonástica. Constituye una fórmula de tratamiento conforme con la norma académica. Pero la palabra "don" (=dom) no es otra cosa que una parte del vocablo latino dominus, que también significa "señor". Es decir, ambos términos significan lo mismo.
Y es por ello que parece acertada la tendencia, bastante generalizada, a utilizar la expresión Don Fulano de Tal (sin "señor" delante), en lugar de Señor don Fulano de Tal. Con ello, evitamos la reiteración (siempre reprochable) que supone el uso de dos vocablos que se aplican con la misma significación.
En todo caso, los términos "señor", "don", "señora", "doña" son apelativos de… tratamiento. Pero el "tratamiento" sólo es susceptible de ser aplicado a otro u otros. Pero no podemos "tratarnos" a nosotros mismos. En consecuencia, podemos hacer uso de esos términos de tratamiento para relacionarnos o dirigirnos a los demás.
Pero cuando nos auto atribuimos la condición de "señor", "don", en el decir de la autoridad académica, ello "… no deja de ser un tratamiento de respeto que, aplicado a uno mismo, parecería suponer cierto grado de engreimiento. En consecuencia, se tiende a prescindir de tal tratamiento".
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