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LOS ojos de Bretón parecen fabricados con un negro mineral. Es posible que deba gran parte de su aspecto antinatural a esa mirada pétrea, fría, ausente de sentimientos. Desde ayer a su traza de sociópata, un jurado ha añadido una sentencia de asesino. Es desde luego uno de los asesinos más notorios de la historia reciente de este país. Ese sería probablemente su plan B: una fama que en su interior compensase su escasa autoestima. Aunque su primera intención fuese eludir la condena y tener a la madre de los niños toda la vida preguntándole qué hizo con ellos, implorándole una explicación.
Un sicólogo cuenta en la radio que estadísticamente los hombres que matan a sus hijos se suicidan. Que Bretón ni lo intentase abunda en la teoría de su obsesión con Ruth: si quieres saber algo de tus niños, ven y pregúntame. De hecho la madre acudió a la cárcel a recabar alguna información.
El metódico asesino cometió errores, aunque se molestó en dejar pistas falsas en abundancia que tuvieron confundida a la policía durante semanas. Tanto que también fue considerada bastante tiempo otro rastro tramposo la hoguera en la que se encontraron los huesos, que finalmente le han condenado por parricida.
El negro mineral de sus ojos y su aspecto artificial no han impedido, durante el año y medio que ha transcurrido entre el asesinato y la sentencia, que Bretón aparezca como un cobarde. Presumió con los policías que investigaban la desaparición de Ruth y José de cobarde en la guerra de Bosnia, en donde estuvo como soldado. Una época en la que se intentó suicidar porque le dejó una novia anterior a la que después sería su mujer y madre de sus víctimas. El jurado considera que mató a sus hijos para hacer daño a su esposa que le había dejado tres semanas antes. Y al perverso narcisista planeó la desaparición de sus hijos como la mejor venganza.
Su retrato es la de un hombre débil, como todos los maltratadores; incapaces de valerse por sí mismos. Y no sólo ha hecho desaparecer a sus hijos. No sólo ha causado un daño irreparable a la madre de los niños y a su familia. También ha convertido en un infierno la vida de sus propios padres octogenarios, la de sus hermanos y cuñados, la de sus cuatro sobrinos de edades similares a las de Ruth y José. Resulta increíble que un ser humano pueda hacer estas cosas. Dos asesinatos y la destrucción de dos familias. Es un enigma lo que habrá detrás de esos ojos de negro mineral.
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