Inés Arrimadas

Aquella voz cobró fuerza porque Cataluña la necesitaba y su razonable propuesta consiguió el milagro de ser la más votada

Durante unos años encarnó la mejor imagen de una hija heredera de aquella Andalucía pródiga que, como recordó Ortega, llenó la España contemporánea de políticos liberales. Quizás había sentido Inés Arrimadas esa misma llamada y sin prejuicios de lenguas ni banderas, se entregó, en un territorio, Cataluña, parcialmente hostil, a luchar, sin concesiones populistas, por una libertad y una igualdad sin exclusiones. Y aquella tímida voz que mantenía, en principio, conectado un pudoroso hilo jerezano, sorprendió a todos, a los de adentro y a los de afuera, y permitió consolidar al también tímido ensayo político llamado Ciudadanos.

Aquella voz de Inés Arrimadas cobró fuerza porque Cataluña necesitaba esa voz y su razonable propuesta consiguió el inesperado milagro de ser la más votada. Pero su buena estrella no perduró en un mundo en el que más que buenas razones prevalecen los dientes afilados. Su reinado fue breve. Por tanto, sólo quedaba comprobar, si seguía la estela de tantos personajes públicos caídos, que inmediatamente sucumben ante cualquier otro tipo de proposiciones tan tentadoras y consoladoras como previsibles en la vida política. Pero no, Inés Arrimadas no ha sucumbido a esos habituales cantos de sirena.

Y si la información que ofrecen los periódicos es cierta, ha realizado otra digna elección, que permitirá que, cuando menos, su imagen permanezca rodeada de un cierto decoro. Por ello, su retorno a Jerez de la Frontera, podría significar un regreso al hogar primigenio, introduciendo en su vida un periodo de necesaria reflexión. Redondearía así con esta nueva vivencia testimonial la parábola literaria del hijo, o mejor, de la hija pródiga. Tal como si antes, se le hubiera impuesto, por la fuerza de las cosas, un destino que ella aceptó y se dispuso con generosidad a asumir en la Cataluña que le tocó en suerte.

Difundió de manera viva planes e ideas ante un separatismo que se vio desbordado por la credibilidad que respiraba cada palabra de esta andaluza. Con todo daba la impresión de servir a una voluntad exterior que la obligaba, por dignidad y compromiso moral, a entregarse y prodigarse. Puede que ahora, y tras este voluntario retorno al calor del viejo hogar, ya no se sienta víctima de un destino no elegido. Y armada con el carácter que proporciona tan rica experiencia, y tras el merecido reposo exigido por el fin de una primera batalla, ella pueda elegir una de las muchas causas en la que su capacidad e ideas pueden ser útiles. De momento, ya nos ha proporcionado un buen personaje para una novela ejemplar.

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