Tribuna

Angel B. Gómez Puerto

Huérfano de partido político

DESDE el 30 de septiembre de 2007 no pertenezco a ninguna fuerza política. Abandoné a la que pertenecía, Izquierda Unida, tras más de quince años de militancia. Mi entrada en ese partido, en mis tiempos de estudiante de Derecho, era una consecuencia lógica de una larga trayectoria familiar, pues realmente mamé la política y el Partido Comunista desde muy pequeño. Mi abuelos José Manuel Gómez y Ramón Puerto eran militantes comunistas en la clandestinidad, y sufrieron largas condenas en cárceles franquistas, de seis años (en el Penal del Puerto de Santa María), y once años (en la cárcel de Novelda, Alicante), respectivamente. Mi padre, Bartolomé, es militante del Partido Comunista desde los años cuarenta, y fue secretario político de ese partido tanto en la comarca de Los Pedroches como en mi pueblo, El Viso de Los Pedroches, en el que fue concejal en la primera corporación local de la democracia. En esos años por mi domicilio familiar pasaban habitualmente los Ignacio Gallego, Julio Anguita, Ernesto Caballero, Ildefonso Jiménez, etcétera.

Yo llegué a la capital cordobesa en 1983. En ese año Julio Anguita había renovado la Alcaldía comunista con una amplísima mayoría absoluta. Con 13 añitos había llegado a lo que se denominó el Califato Rojo, y empecé a interesarme poco a poco por la actividad política; no obstante, en esos primeros años en la ciudad, en mi época de estudiante de BUP y COU, estaba muy centrado en la actividad académica. Pero en octubre de 1987 inicié mis estudios de la Licenciatura en Derecho, y tuve la suerte de tener de profesor de Derecho Político (ahora Derecho Constitucional) a José Acosta Sánchez, mi mejor maestro de toda la carrera, un filo-marxista de un fundamento teórico excepcional, y empecé a ver más clara mi vocación política. Con 20 años entré formalmente en Izquierda Unida y en el Partido Comunista; empezó, pues, mi andadura como militante activo de un partido político, el mismo de mis abuelos y de mis padres.

Pocos años después de finalizar la Licenciatura en Derecho colaboré cada vez más en la actividad de elaboración programática en Izquierda Unida. Y en las elecciones locales de 1999 formé parte de la candidatura para la capital cordobesa, a propuesta de la que luego sería alcaldesa de Córdoba durante 10 años. No salí elegido (obtuvo 9 concejales) y cuando me tocó ser concejal en 2001 por varias renuncias y una muerte (la de un gran amigo, Félix Ortega) no acepté ser concejal por motivos personales y familiares. No obstante, seguí mi activa participación. De hecho, tanto en el programa local del 1999 como en el de 2003 y 2007 formé parte de sus comisiones de redacción. A propuesta del Consejo Local de Izquierda Unida formé parte del consejo de administración de una importante empresa municipal, Sadeco, encargada de la gestión de los residuos urbanos. Y desempeñé el puesto de asesor del gobierno municipal durante un año y medio.

Pero todo acabó en las elecciones municipales de 2007. Otra vez iba a ser candidata la actual ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. El proceso de elaboración de la candidatura fue tan personalista, caprichoso y antidemocrático que se hizo insoportable. Fui de los 15.000 votantes que decidimos no votar a esa candidatura, trufada de elementos de ideología nada progresista, más bien lo contrario, y voté en blanco, con mucho dolor. Unos meses después de las elecciones, dejé de ser afiliado, absolutamente decepcionado y engañado, y tildado, junto a un numeroso grupo de jóvenes afiliados, de traidor, porque forzamos una votación de candidatura alternativa. Ya sabemos lo que pasó en abril de 2009, fue otra persona la que se marchó de Córdoba y de la Alcaldía, de la noche a la mañana.

Desde ese momento pasé a ser un ciudadano libre de ataduras partidarias, expresé libremente durante años en El Día -(lo sigo haciendo esporádicamente, y ahora incluso en todo el grupo Joly), cuyo director Luis Pérez-Bustamente Mourier (Tuto para los amigos) había tenido el gran gesto de ofrecerme una tribuna quincenal un año atrás-, mis opiniones y propuestas, y un tiempo después, mi amigo Antonio Manuel me habló de Paralelo 36 Andalucía, un apasionante espacio de pensamiento político en el que encontré un modelo ideal de participación política en libertad. Huérfano de partido político pero no de política, decepcionado con el funcionamiento de los partidos pero no con la necesidad de la acción política, para ayudar a los más débiles, a los que sufren, a los anónimos, tomando partido hasta mancharse, como escribió Celaya. Y con ilusión en que algún día en Andalucía surja algo nuevo, un espacio político andaluz, progresista y ecologista, que apueste por la radical democracia, por el poder ciudadano directo, por la pedagogía democrática. Ese día, posiblemente volveré a ser afiliado a un partido político.

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